Alexandra Alter / The New York Times

Salman Rushdie era un adolescente cuando se enteró de que su apellido era inventado y no heredado. “Mi abuelo no se llamaba Rushdie”, dijo. “Mi padre simplemente lo inventó. Tomó una decisión realmente buena. Surgió de su interés en la filosofía de Ibn Rushd”.

Posteriormente, Rushdie llegó a compartir la obsesión de su padre por la obra de Ibn Rushd, un filósofo del siglo XII conocido en Occidente como Averroes. Ahora, le ha convertido en un personaje central de su nueva novela, “Dos años, ocho meses y 28 noches”.

La novela empieza en la España del siglo XII, donde el filósofo se enamoró de una hermosa mujer llamada Dunia, quien es realmente una jinnia (o genio) disfrazada. La historia salta a la Ciudad de Nueva York en el futuro cercano, cuando los descendientes distantes de Ibn Rushd y Dunia descubren que tienen poderes especiales, como la capacidad de lanzar relámpagos desde la punta de sus dedos o convertir ramas de árbol en oro.

Durante una entrevista, Rushdie habló de su novela de ciencia ficción y de lo que se siente al ser blanco de Al Qaeda.

- ¿Qué le inspiró a crear una trama de fantasía al estilo de la “Guerra de los Mundos”?

- Realmente, donde empecé fue con la ciencia ficción. Cuando era niño, era completamente adicto a la ciencia ficción. Fue uno de mis primeros intereses como escritor, y me ha llevado mucho tiempo cerrar el círculo. Fue también una reacción en contra de escribir mi autobiografía. He pasado dos o tres años tratando realmente con mucho esfuerzo de contar la verdad y, al final, me ha hartado la verdad.

- ¿Cuál fue la idea que dio pie a esta historia?

- Tenía al señor Gerónimo, el jardinero, y su desprendimiento de la tierra. Lo que me hizo querer escribirlo fue la idea de que solo se elevaría poco más de un centímetro del suelo. Volar por el cielo no es interesante, sino estar a un centímetro del suelo, que es una violación igual de grande de la ley de la gravedad.

- Uno de los hilos de la narración tiene que ver con el debate filosófico en torno a la razón contra la fe ¿Por qué recurre a la fantasía para hacerlo?

- Se conectó en mi mente con esta idea que tenía sobre vivir en un mundo donde las reglas se están rompiendo, donde el mundo está cambiando tan rápidamente en todas direcciones que muchas personas tienen una sensación de desconcierto. Uno ya no sabe realmente cuáles son las reglas, y se tiene la sensación de que quizá haya otras personas mucho más jóvenes que uno que conocen cuáles son las reglas, y por tanto están ganando miles de millones de dólares inventando, qué se yo, ¿Snapchat?

- Su novela es una especie de homenaje al mito de Sherezada. Me asombra que usted haya experimentado lo inverso después de ser un blanco de ejecución.

- Sí, lo contrario a Sherezada. Mi vida es lo que es, y evidentemente afecta lo que pienso. Sherezada es uno de los grandiosos personajes sin autor. Nadie tiene idea alguna de quién la creó, así que es fácil pensar que se creó a sí misma. Pero ahí está, uno de los personajes inmortales de la literatura, y ¿cómo no puede uno enamorarse de alguien que civiliza a personas salvajes contándoles cuentos?

- Usted apoyó a la revista Charlie Hebdo tras un atentado, algo a lo que se opusieron otros escritores ¿Le sorprendió?

- No podía creerlo. Aún no puedo creerlo. Sentí una sensación de injusticia, que estas personas fueran ejecutadas por realizar dibujos...

- Estados Unidos posiblemente restablezca las relaciones con Irán ¿Cómo se siente?

- Realmente no sé qué pensar. Me causa conflicto. Por un lado, la última década nos ha demostrado que la guerra no ha funcionado, así que quizá debamos probar la paz. El otro argumento es que estamos hablando de Irán. Son, cómo le diría, personas poco confiables. Estoy en ese terreno extraño en que no sé bien qué pensar. Afortunadamente no tengo que gobernar al mundo.