Desde la antigüedad hasta la edad media, se les dio a los terremotos una explicación mítica: la ira de los dioses, como un castigo caprichoso e inesperado, sacudía el lugar donde aquellos mortales se sentían más seguros. Así temblaba la tierra y se caían ciudades. Esas antiguas justificaciones parecieran tener puntos en común con las definiciones actuales para los terremotos y sismos: son un sacudón de energía, aunque no divino ni tampoco viene de los cielos.

“Los sismos ocurren cada vez que tiene lugar la liberación de energía en algún punto de los límites de las placas tectónicas. Es decir, son totalmente impredecibles, tanto como la magnitud que alcanzarán”, explica José Pablo López, doctor en Geología, investigador del Insugeo (Instituto Superior de Correlación Geológica) y profesor de la Facultad de Ciencias Naturales de la UNT. En el mencionado instituto se realizan múltiples investigaciones sobre la geología en general, la petrología, la geoquímica y la estratigrafía, que abarcan estudios de las rocas y de los procesos que componen nuestro planeta y se relacionan directamente con la tectónica de placas.

Pero antes de su respuesta sobre la periodicidad de los sismos, López especifica que esos temblores están asociados, en general y como mencionó antes, con las placas tectónicas, que son fragmentos de la corteza terrestre que se desplazan continua e imperceptiblemente (“pueden tener velocidades de apenas milímetros o centímetros por año”) y que precisamente como consecuencia de estos movimientos, a veces se producen colisiones entre las placas, en profundidad, que provocan desplazamientos de roca y dan lugar a los terremotos. “Esta energía liberada en profundidad se propaga mediante ondas sísmicas, que los geólogos solemos clasificar como ondas P (primarias) que se transmiten longitudinalmente, como un movimiento horizontal hacia atrás y adelante. Esta ondas hacen que se muevan los ventiladores o las luces del techo y se produzcan pequeñas olas en la piscina. Las ondas S (secundarias) se desplazan transversalmente a la dirección de propagación, hacia arriba y abajo, llegan después de las ondas P y son las causantes del mayor daño durante un sismo”, describe el investigador.

Sin embargo. y para tranquilidad de todos los tucumanos, López destaca que las fallas activas que se localizan en nuestra provincia no están relacionadas directamente con estos terremotos de gran magnitud, como los que sucedieron en Chile. Esto es -especifica López- porque nuestra provincia se encuentra ajena a estas regiones de colisión de placas. “Lo que sí sucede -agrega- es que estas fallas locales menores pueden acomodarse frente a movimientos de la corteza de gran magnitud y se relacionan más bien con fracturas superficiales que tuvieron lugar en nuestra geografía al adquirir nuestro paisaje su actual relieve, lo que aconteció en el cenozoico (los últimos 20 millones de años). Existen numerosas de estas fallas pero ninguna de ellas, insisto, son las que producen estos terremotos ni podrían causarlos en el futuro”.

- Entonces, ¿qué posibilidades hay de que en Tucumán suceda lo mismo que en Chile?

- (López) Tucumán está ubicada en una zona en la que podemos estar tranquilos pues las probabilidades de que ocurra un fenómeno similar al de Chile en nuestra geografía son prácticamente nulas. Y ello es porque nos encontramos alejados de estas zonas de bordes de placas. Y no digo cero posibilidades, porque la naturaleza siempre tiene la última palabra.

Zona moderada

Las capacitaciones en casos de rescates en estructuras colapsadas son una constante en el país y -particularmente en Tucumán- según confiesa Fernando Torres, titular de la Dirección Provincial de Defensa Civil. De hecho -apunta Torres- ya hay un grupo formado de profesionales tucumanos (bomberos, brigadistas y otros voluntarios) que están capacitados para trabajar en situaciones de desastres, como terremotos por ejemplo. “Cuando sucedió el de Chile en febrero de 2010, estábamos dispuestos a viajar y ya teníamos la autorización de la Provincia. Faltó la autorización de la Nación y por ello no fueron”, recordó Torres. Por otra parte, resaltó que Tucumán está en una zona moderada referida a la intensidad sísmica. “Esto último y el equipo de profesionales entrenados, más los nuevos edificios que se están construyendo y que tienen en cuenta las normas de construcción sismo resistentes, nos da tranquilidad”, finalizó el funcionario. Respecto de las normas antisísmicas, LA GACETA publicó en marzo de 2010 que las autoridades del Colegio de Ingenieros Civiles advertían sobre la precariedad en el control municipal del cumplimiento de la norma de edificación sismorresistente en las obras privadas.