“La verdad fue de terror el episodio. Yo ya estuve en tres terremotos, pero fueron más leves de duración y en la escala de Richter. Fue tremendo lo del miércoles a la tarde, no me gustaría volverlo a vivir”

Hace dos años y medio María Laura Massanet Mignone, una joven tucumana, decidió instalarse en Santiago, la capital chilena. En esa ciudad, a dos horas del epicentro del terremoto de 7.2 (Richter), la vida había vuelto a la normalidad ayer, aunque el tema obligado de conversación era el sismo y el posterior tsunami que castigó principalmente la zona de La Serena, Coquimbo, Tongoy y sus alrededores.

Pero no era sólo el tema de charla en las calles y en los bares. También sobrevolaba cierto temor a posibles réplicas que pudieran empeorar la situación. “Hoy (por ayer) cada cinco minutos se siente un movimiento. Es como si te estuvieran meciendo todo el tiempo”, le contó a LA GACETA Augusto Rossini, otro joven tucumano que está viviendo en Santiago. “Hoy (por ayer) la vida aquí es normal, sigue un poco el miedo en las calles, porque todavía hay réplicas, aunque claro, no de la intensidad de ayer (por el miércoles)”, agregó.

Sacudón patrio

Chile se preparaba para festejar las fechas más importantes de su calendario. Estaba terminando el miércoles y sólo quedaba por trabajar ayer, jueves, la víspera de las Fiestas Patrias. El 18 de septiembre el país trasandino conmemora la creación de la Primera Junta Nacional de Gobierno; por eso, desde hoy y hasta el domingo, los chilenos no trabajan, el comercio cierra y casi todos aprovechan para acercarse a las ciudades costeras a pasar un fin de semana largo entre cuecas, empanadas de pino y tragos de pisco en las fondas tradicionales. Sin embargo, el clima no era el más feliz. “Hay otra bebida célebre, adoptada hace algunos años, que se llama ‘terremoto con réplica’. La fiesta se ha visto aguada por el sismo, y muchos negocios fueron arrasados; los están arreglando para seguir desde mañana con las fiestas patrias. El panorama a dos horas de Santiago es desgarrador”, lamentó María Laura. En Coquimbo, según supo Augusto, las olas llegaron a 4,5 metros de altura y se llevaron puestos los quioscos armados para recibir a los turistas que viajarían desde todo el país.

“Los chilenos, al menos en Santiago, lo han vivido con mucha tranquilidad porque están acostumbrados a esto. Los que somos extranjeros, en cambio, todavía tenemos algo de nervio en el cuerpo”, confesó Carlos Vivas, un nicaragüense que tiene familia argentina y que estaba de paso por Chile. “Yo me estoy volviendo a mi país, por 36 horas no me salvé. Te soy sincero: no tuve miedo durante el sismo... pero sí por la noche a la hora de dormir, porque todo mundo decía que no había sido nada comparado al terremoto de 2010. Y claro... comencé a pensar ¿y si viene uno peor...? Había muchas réplicas fuertes”, contó.

Sumado al temor por los sacudones secundarios, se sumó la víspera del feriado largo, por lo que el comercio estuvo ayer convulsionado, informó Alejandro Cisternas, periodista chileno, en diálogo con este diario. “Hoy (por ayer) no me tocaba trabajar y recién estoy llegando a casa a almorzar después de ir al banco y al mall. Ambos estaban llenísimos porque es víspera de las fiestas patrias y son dos días de feriado, con todo cerrado”, relató.

Mochilas de emergencia

María Laura, como la mayoría de los chilenos que se disponían a terminar el día laboral el miércoles por la tarde noche, fue sorprendida por el movimiento telúrico. “Fue caótico, porque cuando se suscitó el sismo, la gente al principio estaba esperando que pasara, pero como duró más de un minuto salimos corriendo a la calle en pijamas, dejando las puertas de los departamentos abiertas. No acabado eso, nos mandaron a hacer una mochila con lo básico: ropa de abrigo, agua, linterna y una muda de ropa por si venían más réplicas durante la noche”, recordó. Afortunadamente esos enseres no fueron necesarios, pero la cabeza de los chilenos continúa puesta en los compatriotas muertos, desaparecidos y en aquellos que perdieron todo.