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Un taladro perfora la peatonal Mendoza, futuro shopping a cielo abierto. Es apenas una caricia comparada con la intensidad del terremoto judicial que sacude Tucumán. Faltaba un sacudón más potente y sólo la naturaleza podía proporcionarlo. Puntual, el temblor hace bambolear edificios, desploma bibliotecas enteras y deja infinidad de lámparas meciéndose. Fueron segundos; pareció una eternidad. De tucumanos mareados quedó regada la provincia, como si en lugar de pisar la tierra firme del NOA flotara bajo los pies una cubierta oscilante, propia de un mar enfurecido.

El terremoto chileno provocó una onda expansiva tan generosa que le regaló a Tucumán uno de esos temblores largos -por momentos angustiantes-, que multiplican su efecto cuanto más arriba se los experimenta. O, mejor dicho, se los sufre. De allí que en el microcentro y en barrio Norte, donde se congrega la mayoría de la edificación en altura, el susto fue infinitamente más fuerte y prolongado que en el resto de la ciudad y en el Gran San Miguel de Tucumán.

Apenas se calmó la tierra, desde la web, la TV, la radio y las redes sociales empezó a brotar la información. Quedó determinado rápidamente que Tucumán había sido una de las tantas estaciones recorridas por el tren de las réplicas, desde su partida en Illapel, cruzando los Andes y hasta la costanera porteña.

El sismo liberó un aluvión de mensajes de WhatsApp. Sólo un par de minutos bastaron para que los usuarios se comunicaran con LA GACETA para alertar sobre lo ocurrido. Los mensajes aterrizaron desde distintos puntos de la provincia, enviados por lectores de Concepción, Trancas, Tafí Viejo, Juan Bautista Alberdi, Monteros, Tafí del Valle, León Rougés, Los Sarmientos y La Madrid. Todos coincidieron en que el temblor fue percibido con gran intensidad y, en general, que duró un minuto.

Facebook y Twitter se llenaron de fotos y videos, porque está comprobado que las experiencias cobran otra dimensión cuando se las comparte. Por cortesía de los celulares fue incensante el tráfico de imágenes: objetos balanceándose, cuadros descentrados y agua de las piletas derramándose. Todo relatado como si de un gol se tratara. El fenómeno se notó en pleno centro, con transeúntes enfocados en sus pantallitas, buscando respuestas para tanto alboroto.

El hall de cada edificio tomó forma de tertulia. El reflejo de lanzarse escaleras abajo -nunca por ascensor- funcionó a máxima velocidad. Después, con lo puesto, los vecinos mezclaron las vivencias sísmicas con las opiniones sobre el fallo electoral. Es que en el ranking de temas, una vez comprobado que el temblor había pasado, la situación política mantuvo un lógico primer lugar. El futuro de la provincia no es una anécdota, como empezó a tratarse con el correr de los minutos al sacudón. Claro que con cautela y siempre con la pregunta flotando: che, ¿y si se repite?

No se registraron daños materiales de importancia en Tucumán, pero sí requerimientos de atención médica, en especial de parte de hipertensos y de quienes quedaron afectados por los mareos. Es un clásico cada vez que las placas tectónicas se hacen sentir y escuchar, esta vez con un poco más de fuerza. Los que la pasaron -y la pasan- realmente mal fueron los chilenos, a quienes la naturaleza no da respiro. En Tucumán terminó siendo flor de susto.