SARA PEÑA DE BASCARY HISTORIADORA
Desde hace un tiempo colaboro, para la Fundación Miguel Lillo, en los trabajos de organización de su “museo histórico”. Es una tarea que me ha llevado a revisar concienzudamente el patrimonio documental de la institución, y escudriñar así una enorme cantidad de papeles y de fotografías.
Entre ese copioso material, hace pocos días picó mi atención el acta, fechada 4 de septiembre de 1952, de una reunión de la Comisión Asesora Vitalicia, que presidía en ese momento el doctor Adolfo Piossek. Constaba allí que el doctor Horacio Descole, por entonces rector de la Universidad Nacional de Tucumán y simultáneamente secretario de la Comisión Asesora, ofrecía a la Fundación donarle un importante manuscrito.
Se trataba, dice el acta, de “una copia original del Acta de la Independencia Argentina del 9 de julio de 1816, acompañada de la fórmula de Juramento que debía tomarse al pueblo y de la carta en la cual el Secretario del Congreso, Dn. Bernabé Aráoz, remitía las mismas”.
Explicaba Descole que “esa copia llegó a su poder obsequiada por el doctor Jorge Ábalos, del Instituto de Medicina Regional de la Universidad Nacional de Tucumán”, y que “este, a su vez, la obtuvo de una forma muy original”. Sucedió que “con motivo de una operación a que fuera sometida su señora esposa, resolvió hacer un obsequio al médico que la asistió y enterado de que una familia de Tucumán vendía cuadros, concurrió al domicilio de la misma, adquiriendo uno de ellos, con la expresa condición de que le obsequiaran un cajón que estaba lleno de papeles, que por el color, él se dio cuenta podían ser antiguos, cosa que fue aceptada, porque iban a ser tirados”.
Y expresaba que “revisando esos papeles apareció, entre otras muchas cosas, este documento”. La Comisión resolvió aceptar y agradecer la donación, “facultando a la Presidencia y a la Dirección para darle el mejor destino y la mayor seguridad”.
El manuscrito
Creo sabido que, entre 1983 y 1989, me desempeñé como directora del Museo de la Casa de la Independencia. Por eso recordé de inmediato que en el patrimonio del mismo se encontraba ese valioso documento. Lo conocía perfectamente.
Se trata de un manuscrito de tres folios independientes, escritos en ambas caras. Consta de la carátula, la fórmula del Juramento y el texto completo del Acta y Declaración, todo acreditado con la firma autógrafa de Serapión José de Arteaga. Hago notar el error de Descole, cuando expresa que Bernabé Aráoz era secretario del Congreso, cuando en realidad era gobernador de Tucumán. Como también que la nota en que Aráoz remitía el acta –que decía acompañar Descole- no se encuentra en la Fundación, ni en la Casa Histórica.
Ahora bien, en los datos de procedencia que posee el Museo, constaba que era donación del doctor Descole, concretada en 1973, cuando regresó a Tucumán tras largos años de ausencia.
Una preocupación central que tuve al asumir la dirección de la Casa, fue la catalogación completa de los bienes que integraban su patrimonio museológico, señalando, entre otros datos, la procedencia. Encontramos que, de numerosos objetos, sólo se poseía el nombre del donante. Era el caso del manuscrito que nos ocupa. Cuando le llegó el turno de completar su ficha, ya no era posible consultar al doctor Descole (quien falleció en 1984) sobre la forma en que había llegado a sus manos, y no pudimos obtener la información en las otras fuentes escritas y orales a las que acudimos.
Ahora, esta acta de 1952 de la Comisión Asesora de la Fundación, viene a arrojar luz sobre el asunto; si bien nos deja a oscuras –acaso para siempre- sobre la identidad de aquella familia que vendía cuadros y que obsequió a Descole ese cajón con papeles viejos… Acaso interrogando al doctor Abalos hubiéramos logrado extraerle tales datos. Pero estamos en 2015 y el distinguido médico y autor de “Shunko” falleció en 1979.
No sabemos, además, por qué el doctor Descole reiteró la donación: primero a la Fundación, en 1952, y luego a la Casa de la Independencia, en 1973, a pesar de que aquella ya la había aceptado. Es posible que a este último destino lo decidiera la Comisión Asesora, teniendo en cuenta que en la reunión de 1952 acordó buscarle “el mejor destino y mayor seguridad”.