“¡Miralo a Elías!”. “Se prende una cámara y se pone al frente”. Las risas y los chistes de su madre y hermanas ni siquiera inmutaron al pequeño de siete años. Derechito y serio, el hijo más chico de Juan Manzur se paró delante de su padre durante cada móvil de televisión que este dio mientras esperaba para votar en el colegio El Salvador (Yerba Buena). De camisa verde, chaleco y zapatillas de “Linterna Verde”, había sido el único en salir de la casa familiar pasadas las 12 con el candidato a gobernador rumbo al lugar de votación. Sergio, el jefe de la custodia oficial, seguía el paso de ambos de cerca.

Sin soltarse de la mano de su papá, el nene abría los ojos grandes cuando vecinos y simpatizantes se acercaban a saludar a su padre en la cuadra y media que caminaron hasta el establecimiento. También cuando desde autos y motos le gritaban “¡Qué ofle el dotor!”, su slogan paralelo de campaña. “Me causa mucha ternura, porque (amasar pan) es el quehacer diario de miles de tucumanos. Y me da alegría que me recuerden por eso”, explicó Manzur entre risas a LA GACETA durante el trayecto. Contó que se había levantado tempranísimo -como hace habitualmente- y que había desayunado en familia.

En la puerta de “El Salvador”, un enjambre de cámaras y micrófonos esperaba al vicegobernador. Elías no se despegó de él. Manzur afirmó que no sabía sobre las denuncias de entrega de bolsones; que no era quién para opinar sobre la hora en la que la Justicia desvinculó a dos miembros de la Junta Electoral; que tiene una propuesta clara y mucho entusiasmo y que el sistema de acoples es perfectible.

Dentro de la escuela, lo esperaban su esposa Sandra Mattar y su hija Zamira, de 18, que votó en la misma urna, la 3.119. Waded, de 15, llegó retrasada minutos después. En la fila había 20 electores antes que el candidato.

Mattar siguió a los miembros de su familia. Al lado de su esposo, hacía chistes con sus hijas y vigilaba a Elías, que rondaba por allí jugando con los hijos de una familia amiga. Relató que al menú del mediodía lo había elegido el postulante: asado. “Con molleja y choricitos”, añadió él acercándose con tono pícaro e inmediatamente tragó saliva y volvió a la hilera. “Es de muy buen comer”, aclaró la mujer con un gesto condescendiente.

“No, seguiré siendo empresaria y ama de casa”, responde tajante Sandra al ser consultada acerca de si le gustaría participar en política. El tono cuyano es indisimulable. Ella es oriunda de San Juan y desde allí llegó una tracalada de familiares para esperar los resultados. “Siempre he ayudado desde que él estaba en (el ministerio de) Salud provincial porque uno tiene más posibilidades que otros de hacerlo. Siempre estuve detrás de el, ayudando”, explicó. Afirma que está acostumbrada a lidiar con un marido político. “Siempre ocupó cargos importantes. Además, desde que hacía guardias sabía que no lo tenía siete días a la semana. Fue una buena preparación”, bromea y pasa factura.

“Manzur, Juan”, brama la presidenta de mesa. Elías aparece en escena nuevamente. Entra a votar con su papá. Salen unos segundos después. En el regreso a casa, también está aferrado a su mano. Manzur enumera los gobernadores que lo llamaron: 16. Los ministros que le desearon éxito: todos. Las veces que el candidato presidencial Daniel Scioli se contactó con él hasta el mediodía: tres.

Elías entra a la casa. “Vamos a esperar, hay que esperar”, sentencia Manzur. Saluda con la mano y anuncia que recién saldrá cuando caiga la noche. Las cámaras quedan afuera, la familia adentro.