Este texto no tendrá pilotos de carrera contando sus experiencias dentro de una pista. Ni siquiera hablará de fórmulas secretas para tener el mejor auto, para clasificar mejor. No. Aquí los protagonistas serán aquellos a los que llamaremos “entorno familiar”, aquellos papás, mamás, hermanos, esposas, novias, primos, sobrinos y un etcétera de parentescos, que suelen acompañar al corredor a los circuitos. Como sucedió hace algunos días en el autódromo de Las Termas, donde se presentó el Turismo Nacional.

Desde el “yo no soy de ir seguido”, dicho sobre todo por el sector femenino del “entorno”, al estar al pie del cañón desde que se pisa una pista, que caracteriza al masculino, hay historias de pasiones que se cocinan a distinto fuego. Todo está unido en aquello de acompañar, estar, darle apoyo y aliento, ayudar, contener y un sinfín de actos y gestos.

Los entornos (en este caso, representado en las palabras de los papás) de Lucas Mohamed, Pablo Ortega, Maximiliano Bestani, Matías y Martín Rodríguez disfrutaron y sufrieron; gozaron y se angustiaron. O trabajaron. La síntesis la puso Carlos “Lito” Mohamed, motorista y alma mater del Mohamed Competición. Recientemente operado de una de sus rodillas, igual no se perdió la carrera. “Iba a llegar como sea. Por primera vez me sentí limitado en mis movimientos, hasta tuve que delegar tareas que yo siempre hago. Pero bueno: a Lucas no lo podía dejar solo”, dijo. Previo a la largada de la final, una imagen resultó impactante: “Lito” se fue a la zona de partida, con su muleta a cuestas y montando una pequeña moto. Como pudo, se fijó en detalles finales del VW Gold Trend. Volvió a subirse al vehículo y siguió la competencia, como lo hace habitualmente, pegado al muro de la recta de salida, manejando la radio: “Estaba nervioso. Lucas largaba atrás y sabía que tenía un gran auto. Tenía que transformar lo imposible en posible y así lo estaba haciendo; dio el todo por el todo, hasta que el coche dijo basta”.

Otro que estuvo en la grilla fue Hugo Bestani, el papá de “Maxi”. “Es imposible verme en otro lado en ese momento. Es como si fuera a acelerar el auto. Después me ubico en el paredón de largada: esta vez me puse entre el auto de mi hijo y el de Lucas. Cuando el semáforo está a punto de pasar a verde, lo único que quiere es que la máquina de ‘Maxi’ arranque. Luego, que no haya accidentes. Y cuando se ordena la largada, el corazón se acelera ‘a mil’”, contó. Sobre si sigue las alternativas de la carrera solo, contestó afirmativamente: “me carcome la ansiedad, no puedo hablar con nadie, ni escuchar. A mi esposa, Mirtha, le pasa lo mismo. Y como sabemos que los nervios nos pueden traicionar, preferimos seguir la competencia desde distintos lugares”.

Para Martín Rodríguez, el “sufrimiento” es por duplicado, por la presencia de sus hijos en la pista. “Bueno, en realidad, más o menos. Como no entiendo nada de automovilismo, me concentro en otras cosas, como por ejemplo en que no les pase nada. Cuando no los veo pasar me preocupo. Por lo demás, aspiro a que se diviertan. Para nosotros los resultados no son tan importantes, aunque cuando llegan, como esta vez a través del ‘Topo’, se disfrutan. A él nunca le pasó eso de terminar tan arriba en una clasificación (N.de la R: fue 7°). Él se emocionó con eso, y yo también. Creo que por primera vez este deporte me hace sentir cosas diferentes. Y a la vez sentí que recuperé a mi hijo, en el sentido de su autoestima, de su alegría. Verlo tan feliz fue increíble”, señaló.

Bernardo Ortega también vivió ‘a full’ la experiencia de Pablo, convertido en el mejor tucumano en la carrera, con su 2° puesto. Estuvo con él en la grilla, acompañado de otro de sus hijos, Juan, luego se fue a los palcos VIP a ver la final con la familia y amigos, y al final, con el resultado puesto, llegó hasta la zona del parque cerrado para fundirse en un abrazo con el piloto del Renault Clio.

Como partícipes necesarios, los integrantes del entorno de los pilotos no puede sustraerse a un espectáculo llamado a segregar ríos de adrenalina. No corren, pero sí se aceleran.

Ellas viven las carrera a su manera

Para el sector femenino del “entorno” de los pilotos, el lugar donde ven las carreras, y los modos en que lo hacen, es un mundo aparte. Mabel, la mamá de Pablo Ortega, siguió las acciones desde el sector VIP del Museo del Autódromo, pero mirando sin ver. “Todo me tensiona. Por eso rezo y salgo a caminar. Charla con quien esté cerca”, dijo. Cerca de ella su mamá, Blanca, las novias de sus hijos, su nieto “Balty” y amigos.

Margarita, la mamá de Lucas Mohamed, se quedó en el box del equipo y, aunque hay pantalla de TV, no vio la carrera. “Prefiero jugar con mis nietos, o charlar con mis hijas”, contó, rodeada de sus “chicas”, sus nietos, yernos y nuera, amigos y allegados.

Mirtha sigue a su hijo “Maxi” Bestani desde la tribuna con la emoción contenida. No muy lejos de ella, sus hijas Cynthia y “Totó” y una nieta, Candelaria. Mabel es la mamá, y Cintia es la hermana de Matías y Martín Rodríguez y ambas siguen a su modo las carreras, rodeada de familiares y, como todas las demás mujeres del entorno de los pilotos, con la ansiedad en su grado máximo.