Por Gretchen Reynolds / The New York Times

Una pequeña cantidad de ejercicio semanal puede mejorar nuestra habilidad para pensar a medida que envejecemos. Hacer mucha actividad física no sería necesariamente mejor, de acuerdo a un nuevo estudio sobre ejercicio y conocimiento.

Todos sabemos que hacer ejercicio es bueno para nosotros. Pero precisamente cuánto más o menos es necesario hacer para conseguir varios beneficios para la salud, y si es necesaria la misma dosis de ejercicio para reforzar la salud del corazón, por ejemplo, que la del cerebro, es algo que todavía no está claro.

Para el nuevo estudio, que fue publicado en julio en la revista PLOS One, científicos del Centro de Alzheimer de la Universidad de Kansas, en Fairway, y profesionales de otros institutos decidieron averiguar si ellos podían determinar cuánto ejercicio es el necesario para mejorar la habilidad de pensar.

Los investigadores empezaron reclutando 101 adultos mayores sedentarios, que tenían por lo menos 65 años, que eran en general sanos y que no tenían síntomas de demencia u otros impedimentos cognitivos.

Eligieron a esos voluntarios, según explicó el Dr. Jeffrey Burns, codirector del Centro de Alzheimer de la Universidad de Kansas y autor principal del estudio, porque esos hombres y mujeres alcanzaron la edad en la que muchos de nosotros empezamos a desarrollar los primeros descensos preocupantes en nuestras habilidades de memoria y pensamiento.

Los científicos llevaron a los voluntarios al laboratorio y les pidieron que completen una serie de exámenes, incluyendo mediciones de su capacidad aeróbica y lo bien que podían recordar y pensar. Después los voluntarios fueron asignados al azar a uno de cuatro grupo. Las personas en el grupo de control continuaron con sus vidas normales.

A las personas en los otros tres grupos se les asignaron caminar energéticamente. Uno de los grupos empezó ejercitándose por 75 minutos por semana, que es la mitad de lo que actualmente se recomienda: 150 minutos por semana, como una manera de ejercitarse moderadamente. A otro grupo se le asignaron 150 minutos. Al tercer grupo, se le pidió que se ejercite por 225 minutos por semana.

Los voluntarios fueron un hotel de la cadena YMCA para hacer sus entrenamientos, que consistían en una caminata enérgica en una cinta, en la que podían estar de 25 minutos a una hora. Después de 26 semanas, todos los participantes volvieron al laboratorio para repetir el examen inicial.

En ese momento, los grupos mostraron diferencias notables, especialmente en lo referente a lo físico. Mientras más se ejercitaban, más aumentaba su resistencia, lo que no era una sorpresa. Los voluntarios en el grupo de control no estaban más en forma de lo que habían estado, los que entrenaron por 75 minutos estaban un poco más en forma, los que lo hicieron por 150 minutos se encontraban aún mejor y los que entrenaron por 225 eran los que mejor estado físico tenían.

“Había una clara relación entra la dosis de caminata y el estado físico que desarrollaron”, dijo Burns. Esa relación no era tan clara cuando los científicos observaron cómo cambió la manera en que pensaban los sujetos analizados. En general, los investigadores descubrieron que hacer más ejercicio provocaba mejoras en las habilidades para pensar. El estudio reveló que las personas analizadas habían mejorado especialmente la habilidad para controlar la atención y para crear mapas visuales de lugares en sus cabezas, dos aspectos del conocimiento que suelen declinar con el pasar de los años.

Estas mejoras fueron prácticamente iguales para las personas que se habían ejercitado 75 minutos a la semana, como para las personas que lo hicieron 225. Aquellos voluntarios que se habían ejercitado más tuvieron calificaciones un poco mejores en algunos aspectos de los exámenes, pero la diferencia fue prácticamente insignificante.

A grandes rasgos, “una pequeña dosis de ejercicio” puede ser suficiente para mejorar varios aspectos del pensamiento y más transpiración no mejoraría considerablemente los beneficios cognitivos, sostiene Burns. Por otro lado, más ejercicio sí ayuda a mejorar el estado físico y la capacidad aeróbica, que tiene otros beneficios para la salud, agrega el científico.

Esta dicotomía subraya la importancia que tiene que los científicos logren precisar mejor cómo las diferentes cantidades de ejercicio nos afectan. “Necesitamos poder decir que esta cantidad de ejercicio traerá tales beneficios”, opinó Burns. Ese tipo de precisiones es la que pueda inspirar a más gente a empezar y continuar ejercitándose, opinó.

Con ese fin, el científico y sus colegas están trabajando en un ambicioso estudio para determinar cuánto y qué tipo de ejercicio pueden ayudar a demorar el comienzo del Alzheimer u otras formas de demencia, aunque todavía no está claro si el ejercicio puede realmente ayudar a prevenir la enfermedad. Esos resultados no estarán disponibles por un tiempo.

Hasta tanto, lo alentador del nuevo estudio, señaló Burns, es que caminar energéticamente 20 a 25 minutos muchas veces a la semana -una cantidad de ejercicio que podemos realizar la mayoría de nosotros- puede ayudar a mantener nuestros cerebros funcionando mejor mientras pasan los años.

TRADUCCIÓN: GRACIELA COLOMBRES GARMENDIA