Por Jane E. Brody / The New York Times

El 20 de diciembre de 1968 estaba en Minnesota por la boda de un familiar, cuando me engripé. Paralelamente, y para mi sorpresa, me dejó de venir el período. Con 40° de fiebre, por diez días estuve tan enferma que no podía comer o ir al baño sin que alguien me ayudara. Cuando volví a Nueva York, el domingo a la noche del fin de semana de Año Nuevo, estaba luchando para respirar y me encontraba muy débil para caminar.

Mi esposo me llevó en alzas una cuadra hasta el consultorio de un doctor, que rápidamente me diagnosticó doble neumonía y me prescribió antibióticos y un remedio para la tos con codeína. La neumonía se solucionó pero fue seguida de otras dos infecciones respiratorias que requirieron de más tratamientos.

Llevaba tres meses de embarazo cuando finalmente me sentí bien. Seis meses después, di a luz en término a dos, milagrosamente sanos, mellizos idénticos. Había esquivado una bala.

Pero no toda mujer embarazada que tiene una gripe, u otra infección prevenible con vacunas, tiene tanta suerte. La gripe es una de las varias infecciones, especialmente aquellas acompañadas con fiebre alta, que puede provocar serias complicaciones durante el embarazo, incluyendo defectos de nacimiento, aborto espontáneo, retraso en el crecimiento, parto prematuro e incluso la muerte.

Si esto suena aterrador, es a propósito. Demasiadas mujeres atraviesan sus embarazos sin la protección de vacunas fáciles de conseguir y que pueden prevenir daños irreversibles hacia ellas y hacia su hijo por nacer o recién nacido. La mayoría de las mujeres en edad fértil ahora son demasiado jóvenes para haber presenciado el daño asociado con estas infecciones antes de que hubiera vacunas para prevenirlas, que pudieran administrarse antes o durante el embarazo. Demasiadas han sucumbido al miedo infundido por personas que erróneamente creen que las vacunas hacen más daño que bien.

Los expertos están alarmados porque, a diferencia de otros aspectos de la salud, personas con niveles de educación elevados son los que más se resisten a las vacunas.

“El aumento de la no inmunización de los niños está concentrado en las áreas de altos ingresos”, apunta Mark H. Sawyer, pediatra e infectólogo de la Universidad de California, San Diego, durante una reunión de la organización March of Dimes (Nacer sano en español). Sawyer le echa la culpa a la falta de información científica sobre los últimos casos de enfermedades prevenibles con vacunas que, según afirmó, están ocurriendo por miles en países como Suiza y Francia, que antes tenían niveles bajos de esas enfermedades. “Las enfermedades que se pueden prevenir con vacunas siguen dando vuelta y pueden volver”, dice.

Proteger a las mujeres embarazadas es clave, asegura Sonja Ramussen, especialista en salud pública y editora del Semanario Morbilidad y mortalidad. Recibir la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola antes del embarazo y la vacuna contra la gripe, el tétanos, la difteria y la tos ferina durante el embarazo “es un beneficio de dos por uno ya que protege a las madres y sus bebés”, explica. Los bebes están protegidos durante meses después de su nacimiento por los anticuerpos formados en las mujeres embarazadas que fueron inmunizadas. Bebés con menos de un año tienen más riesgos de contraer pertussis o tos ferina. “Que un chico muera de tos ferina en esta época es un crimen”, opina Thomas N. Saari, profesor de pediatría de la Escuela de Medicina en la Universidad de Wisconsin, en Madison.

Las mujeres deberían recibir la vacuna Tdap durante el primer trimestre de todos sus embarazos, desde la semana 28 a la 36, sin importar si ya se la pusieron antes. Todos los miembros de la familia y las personas que cuidan a los bebés, incluidas las niñeras y abuelos también deberían ponerse esa vacuna, instan desde el CDC. Mientras que las mujeres embarazadas deben evitar las vacunas a base de virus vivos, debilitados o algo por el estilo, la vacuna Tdap no contiene virus vivos, aclaran.

Las mujeres embarazadas también deberían ponerse la inyección contra la gripe. Rasmussen explica que los cambios que ocurren en el sistema inmune, en el corazón y en los pulmones de una mujer embarazada aumentan los riesgos de complicaciones, incluyendo la muerte por influenza. Los bebés menores de seis meses “son muy jóvenes para ser vacunados” entonces corren el riesgo de enfermarse severamente o morir por una gripe, añade la médica, que enfatiza que “hay un 60 % menos de probabilidades de tener gripe” si la madre está inmunizada.

“La inyección para la gripe es segura en cualquier trimestre del embarazo, pero aun así la mitad de las mujeres embarazadas no se inmuniza contra la gripe”, cuenta Rasmussen. “Toda mujer que esté embarazada durante la temporada de la gripe debería recibir esa vacuna, al igual que el resto de su familia”.

Las vacunas a base de virus vivos, como la triple viral contra el sarampión, las paperas y la rubéola y la vacuna contra la varicela, se debe dar un mes o más antes de que una mujer quede embarazada. Las mujeres que están pensando en quedar embarazadas deben tener controlada su inmunidad frente a estas infecciones con una prueba de sangre y, si los resultados muestran que no están inmunizadas, deben ser vacunadas y usar algún método anticonceptivo durante un mes antes de intentar concebir. Si una mujer contrae rubéola (anteriormente conocida como sarampión alemán) durante el embarazo, especialmente durante el primer trimestre, cuando muchas mujeres ni siquiera son conscientes de que están embarazadas, su bebé puede desarrollar múltiples anomalías, incluyendo defectos cardíacos, sordera, cataratas y trastornos en el desarrollo.

Las mujeres embarazadas que están planeando un viaje internacional, por su lado, deben hablar con sus médicos al menos cuatro semanas antes del viaje para discutir las precauciones o vacunas que puedan ser necesarias. Dependiendo del destino, algunas vacunas normalmente recomendadas deben evitarse durante el embarazo, por lo que es necesario sopesar los riesgos y beneficios.

TRADUCCIÓN: GRACIELA COLOMBRES GARMENDIA