Por Jessica Bennett / The New York Times

Michael Kimmel se paró frente a un salón de clases vestido con jeans azules y un saco sport y apuntando con una pluma hacia un pizarrón blanco. “¿Qué significa ser un buen hombre?”, preguntó el profesor de sociología de 64 años de edad al grupo, conformado principalmente por estudiantes universitarios. Los jóvenes se miraron desconcertados. “Digamos que se dijera en su funeral: ‘Fue un buen hombre’”, explicó Kimmel. “¿Qué significa eso para ustedes?” “Ser solidario”, dijo un estudiante al frente. “Poner las necesidades del otro antes que las tuyas”, respondió otro joven. “Ser honesto”, expresó un tercero. Kimmel enlistó cada concepto bajo el título de Buen Hombre, luego regresó al grupo. “Ahora”, dijo, “díganme qué significa ser un verdadero hombre”. 


Esta vez, los estudiantes reaccionaron más rápidamente. “Tomar el mando; ser autoritario”, dijo James, un alumno de segundo año. “Correr riesgos”, propuso Amanda, una alumna de posgrado en sociología. “Significa suprimir cualquier tipo de debilidad”, comentó otro. “Pienso que para mí ser un verdadero hombre significa hablar como un hombre”, dijo un joven que creció en Turquía. “Caminar como un hombre. Nunca llorar”.

Kimmel había estado tomando notas. “Ahora se están acercando”, dijo con entusiasmo. Señaló a la lista del Buen Hombre al lado izquierdo del pizarrón, luego a la lista del Verdadero Hombre que había añadido a la derecha. “Miren la disparidad. Pienso que los hombres estadounidenses están confundidos sobre lo que significa ser hombre”.

Han oído de los estudios sobre la mujer, ¿verdad? Bueno, esto es estudios sobre el hombre: la búsqueda académica de lo que significa ser varón en el mundo de hoy. Kimmel es el fundador y director del Centro para el Estudio del Hombre y las Masculinidades en la Universidad Stony Brook, parte del sistema de la Universidad Estatal de Nueva York, que empezará el primer programa de maestría en “estudios de las masculinidades”.

No, bromeó Kimmel, el nombre no es fácil de decir. Pero se llama “masculinidades” (en plural) para reconocer que hay “más de una manera de ser hombre”.

Y él debería saberlo. Durante casi 40 años, mucho antes de que alguien estuviera particularmente inclinado a escuchar, Kimmel ha estado promoviendo la comprensión de los hombres y los niños. “Al principio”, dijo, “la gente me veía confundida y decía: ‘¿Eh?’”

Es autor de más de una docena de libros, entre ellos, “Angry White Men”, “Manhood in America: A Cultural History”, “Guyland: The Perilous World Where Boys Become Men” y “Cultural Encyclopedia of the Penis” del cual fue coeditor. Es fundador de una revista académica dedicada a los hombres y la masculinidad. Ha estudiado la masculinidad en más de una docena de países. Y tiene un hijo de 16 años de edad.

En un miércoles gris, en un aula abierta que da a un patio, los jóvenes, hombres y mujeres, se habían ofrecido como voluntarios para estar ahí. Algunos participaban en el centro que dirige, creado con una concesión de la Fundación MacArthur. Otros simplemente estaban interesados en qué demonios sería un taller sobre “masculinidades”. (“Estoy teniendo recuerdos del bachillerato”, bromeó un joven durante una discusión de la palabra “debilucho”.) Uno de los asistentes, Jonathan Kalin, ni siquiera asistía a Stony Brook; se había graduado recientemente de Colby College, donde había conocido a Kimmel a través de un profesor. Simplemente le gustaba lo que Kimmel predicaba.

El argumento a favor de los estudios de la mujer ha sido claro desde hace tiempo. Los primeros programas se fundaron en los años 70 durante el clímax del movimiento de la mujer. Sirvieron como una especie de rama académica de la lucha política de la era, dijo la historiadora Barbara J. Berg. Los estudios de la mujer produjeron investigación, teoría y activistas que trabajaron para incluir a las mujeres en los libros de historia de los cuales habían estado en gran medida ausentes. Es seguro decir que sin los estudios de la mujer, no tendríamos muchos de los logros que las mujeres han alcanzado en los últimos 45 años, dijo Berg.

Pero, hasta recientemente, los estudios del hombre nunca parecieron … necesarios. La literatura era esencialmente un estudio de las cosas que escribieron los hombres, la historia del arte un ejercicio de lo que pintaron los hombres. “Lo chistoso era que ya existían estudios del hombre”, dijo Berg, la autora de “Sexism in America: Alive, Well, and Ruining Our Future”. “Era simplemente la historia”.

Ahora les toca a ellos

Ese punto de vista ha estado cambiando, aunque lentamente. La Asociación Estadounidense para Estudios del Hombre se formó en 1991 a partir de una serie de grupos que buscaban despertar la conciencia de los hombres llamados NOM, sigla en inglés de la Organización Nacional para los Hombres. A lo largo de los años, varias universidades han estado ofreciendo cursos sobre estudios del hombre: “La filosofía de convertirse en hombre”, digamos, en la Universidad Luterana de California, o, en el Colegio Dartmouth, “La mística de la masculinidad”, jugando con el título del famoso libro de Betty Friedan. Pero un programa amplio para el estudio de la masculinidad, dijo Kimmel, incorporaría erudición en varias disciplinas, desde trabajo social y literatura hasta salud. Haría preguntas como: ¿Qué hace hombres a los hombres, y cómo estamos enseñando a los niños a desempeñar esos papeles? Analizaría los efectos de la raza y la sexualidad en la identidad masculina y la influencia de los medios y la cultura pop. También permitiría a los expertos tomar fenómenos al parecer no relacionados _ suicidio masculino y el hecho de que es menos probable que los hombres hablen sobre sus sentimientos, digamos, o el colapso financiero y la tendencia masculina a correr riesgos _ y tratar de conectar los puntos.

“Estamos analizando esto como ciencia”, dijo Daphne C. Watkins, presidenta de la Asociación Estadounidense de Estudios del Hombre, la primera mujer en ocupar ese puesto.

Muchos hombres aún definen ser hombre como alguien que puede proveer a su familia, que puede luchar contra un tigre y proteger, dijo Watkins. “Lo que me encantaría ver es que ampliáramos esas definiciones”.

No sin controversia

Esa postura no carece de controversia, por supuesto. Como muchos campos nuevos, los estudios de las masculinidades traen consigo diversos grados de escepticismo. Algunos académicos han sugerido que es demasiado moderno para ser de interés académico serio. Otros temen que pudiera restar fondos a los estudios de la mujer. Y un grupo pequeño pero franco de defensores de los estudios del hombre considera al trabajo de Kimmel como insuficientemente a favor de los hombres.

“Está librando una guerra contra lo que yo digo son los verdaderos hombres”, dijo el doctor Edward M. Stephens, un psiquiatra de la Ciudad de Nueva York y presidente de un grupo sin fines de lucro llamado Fundación para los Estudios del Hombre.

Pero el público de Kimmel está creciendo. En mayo, la Asociación Estadounidense para Estudios del Hombre organizó un taller de tres días sobre la “Enseñanza de los Estudios del Hombre” por primera vez, simplemente porque la demanda para enseñarlos es repentinamente demasiado alta, señaló la organización.

Esa urgencia es producto de algunas cosas, dijo Kimmel. Para empezar, la discusión de la igualdad de la mujer parece estar en todas partes (incluido el recurrente debate sobre si las mujeres pueden “tenerlo todo”), y se está poniendo nueva atención en el papel que los hombres desempeñan al ayudar a las mujeres a lograr la igualdad y por qué eso es bueno para ellos también.

En los últimos 40 años, ha habido un enorme cambio en los roles de género para los hombres y las mujeres, y sin embargo la mayor parte de los estudios académicos se enfocan únicamente en su impacto en las mujeres. Un sondeo reciente realizado por el informe Shriver concluyó que cuatro de cada nueve hombres dijeron que era más difícil ser hombre hoy que en la generación de sus padres, y la mayoría citó el ascenso económico de las mujeres como la razón de ello.

Y, además, está la triste realidad de que adondequiera que volteemos, al parecer, hay otro artículo noticioso sobre hombres en crisis: enfermedad mental, suicidio, terrorismo, violación, tiroteos masivos, accidentes aéreos.

Si tuviéramos una mejor comprensión de los hombres, se preguntan los expertos, ¿cuántos de los males del mundo podríamos resolver; o, al menos, intentaríamos resolver?

“Hay un documento del Pentágono”, dijo Kimmel, “en el cual Lyndon B. Johnson es citado diciendo que no quería retirarse de Vietnam porque a él lo considerarían poco masculino. He aquí al presidente de Estados Unidos probando su masculinidad”.

TRADUCCIÓN: GRACIELA COLOMBRES GARMENDIA