El mercado laboral ha logrado salir del pozo en que se sumió durante el primer trimestre del año. El 8% de desocupación del período enero-marzo de 2015 había quedado como un estigma para la administración del gobernador José Alperovich. La tasa de desempleo, medida por el Instituto Nacional de Estadística y Censos, ha cobrado un impulso tal que más temprano que tarde hizo olvidar a técnicos, especialistas, académicos, empresarios y afectados por la falta de trabajo que en algún momento el Gran Tucumán-Tafí Viejo había exhibido indicadores de pleno empleo.
En 2011, por caso, el principal aglomerado urbano había cerrado el período con un índice del 3,1%, uno de los más bajos de las tres gestiones de Alperovich al frente del Poder Ejecutivo. Mucho tuvo que ver la incidencia de los planes Argentina Trabaja, que ha impactado de lleno en el área metropolitana con subsidios para las cooperativas que generaron no menos de 15.000 puestos transitorios. Cuatro años más tarde, se duplicó el número de desempleados: de 11.000 a 22.000 casos, con planes sociales incluidos. El último tramo de la administración del actual gobernador estuvo signado por la baja de la actividad económica, traducida en recesión en algunos sectores. La generación de mano de obra ha sido escasa y el Estado no logró compensar la oferta de empleos que requiere el mercado. Se ha incrementado la subocupación porque cada vez son más los jóvenes que necesitan imperiosamente un trabajo para sostener a su grupo familiar o contribuir a la canasta hogareña. Sin embargo, la tasa general muestra un 5,8% de desocupación que, por cuestión de calendario, puede llegar a ser el último registro que se difunda antes del recambio de gobernador, el 29 de octubre próximo.
Sobran necesidades y faltan oportunidades. No es solamente una frase; las estadísticas confirman que -en el caso tucumano- la tasa de desempleo juvenil supera los dos dígitos. También lo refleja la informalidad laboral; casi la mitad de los asalariados no fueron registrados por sus empleadores. Y, en este caso, el indicador no ha mostrado grandes oscilaciones; más bien su comportamiento es tan parejo que Tucumán no logra salir del podio de jurisdicciones con mayor cantidad de trabajadores en negro. La oscura realidad desnudó la informalidad de 122.000 tucumanos, muchos de ellos resignados a vivir en el total anonimato, sin una red de contención legal por temor a perder lo poco que ganan.
Los nubarrones, no obstante, no se han alejado del territorio tucumano. El propio Ministerio de Trabajo de la Nación ha dado cuenta de que en Tucumán el trabajo registrado está en descenso, a razón del 1% mensual. Y que la construcción es la actividad más afectada por la retracción laboral, un 4,8% interanual tomando en cuenta el primer trimestre de este año respecto de igual período de 2014. Las estadísticas de la cartera que conduce el ministro Carlos Tomada, no obstante, señalan que no se prevé expulsión masiva de trabajadores en las empresas radicadas en la provincia. De hecho, casi el 95% del personal tiene una duración indeterminada en las compañías.
Otra particularidad: en Tucumán, siete de cada 10 empleados registrados son varones. Y la mitad de la dotación, estimada en 350.000 casos, desempeña tareas operativas. Sólo el 3,3% reviste el carácter de profesional.
Mientras en la Argentina, el 87% de las empresas encuestadas por el Ministerio de Trabajo señalaron que sostendrán el nivel de empleo actual, en Tucumán la situación asoma un tanto compleja, especialmente por los problemas de una de sus actividades madre: la industria azucarera. Con una zafra paralizada, en medio de un escenario de crisis con ruptura de la cadena de pagos y de incertidumbre acerca del rumbo de la molienda, los obreros temen quedarse sin su fuente de trabajo. Cañeros e industriales vienen señalando que, en las actuales condiciones, les resulta difícil sostener la producción.
Los empresarios, en tanto, han adoptado suma cautela respecto de la generación de nuevos puestos de trabajo y de la inversión. El recambio gubernamental marcará el ritmo de la nueva etapa que se abre en Tucumán, a partir de octubre, y en el país, a partir del 10 de diciembre. No hay magia tanto en la reducción del desempleo como en la creación de puestos laborales. Pero sí se requiere de una buena dosis de fortuna para que los nuevos gobernantes puedan sostener la tradicional luna de miel que el electorado suele darle durante los dos primeros años de gestión. El Gobierno (en todos sus estamentos) no necesita magos, sino conductores realistas que generen confianza en la sociedad.