BRASILIA.- La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, enfrentará hoy la tercera marcha opositora desde que asumió su mandato a inicios del año, en un marco adverso por la crisis económica y las divisiones dentro del Congreso. A menos de ocho meses de haber iniciado el segundo periodo de gobierno, Rousseff vio caer su popularidad al 8 % y su rechazo trepar al 71 % de acuerdo con una encuesta de Datafolha.

Las profecías que merodeaban la campaña de octubre de 2014 tomaron cuerpo en los últimos meses cuando la economía y las denuncias por los casos de corrupción en Petrobras, obligaron a la mandataria a tomar decisiones que no contentaron al mercado financiero pero tampoco a los trabajadores, gran apoyo en su reelección, por las medidas de ajuste y recortes. Los escándalos de corrupción destapados en Petrobras, que salpican a varios partidos de la coalición de Gobierno y a una veintena de empresas privadas, y el deterioro de la economía tensionaron el clima político.

La crisis económica alteró al gobierno y hasta se especuló con un regreso al gabinete del ex presidente y líder del gobernante Partido de los Trabajadores (PT), Lula da Silva, pero según la prensa local local no aceptó la propuesta que habría planteado Rousseff de ocupar uno de los ministerios. La situación fue aprovechada por la oposición del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) que logró dar un saltó al frente en el balotaje del año pasado, cuando su candidato presidencial Aecio Neves fue derrotado por Rousseff sólo por tres puntos, y ahora encabeza, por primera vez formalmente, la movilización que promete ser multitudinaria en varias ciudades del país, llevando como consignas “Fuera Dilma, fuera PT”.

El jueves pasado, la mandataria del PT expresó su decisión de no renunciar pero admitió preocupación ante la “intolerancia” imperante que -dijo- puede recrear el clima de inestabilidad previo al fin de los gobiernos de Joao Goulart, derrocado por un golpe militar, y Getulio Vargas, que se quitó la vida. “Existe una cultura golpista, pero no están las condiciones materiales para que eso ocurra, la intolerancia divide al país, hay un proceso de intolerancia como no se vio antes en Brasil, sino en los períodos en que se quebró la democracia”, planteó Rousseff. De todos modos señaló que no considera inminente la quiebra del orden democrático pues esto no coincide con la idiosincrasia de la sociedad brasileña.

Rousseff aseguró que el actual ambiente político le “recuerda” al que precedió al derrocamiento de Goulart en 1964, que dio paso a la dictadura que se prolongó por 21 años, durante la cual ella fue presa política.

Al hablar de la marcha por el “impeachment” como denominan al juicio político, Rousseff comentó: “Tenemos que ser capaces de convivir con las diferencias y las situaciones difíciles, ya no somos una democracia infantilizada; las manifestaciones son algo normal”. Pero indicó que “las manifestaciones (del 16 agosto) no se pueden transformar en procesos que llevan a la violencia”.

Ciertos sectores de la oposición, además, advirtieron que agosto es un mes de cataclismos políticos en la historia brasileña; en agosto de 1954 se quitó la vida Getulio Vargas y el 16 de agosto de 1992 hubo una movilización que selló la suerte del presidente Fernando Collor de Mello, que renunció cuatro meses más tarde. “No se puede aceptar la teoría de cuanto peor mejor porque esto acaba perjudicando a la población” se quejó Rousseff, y reiteró que “no pienso en renunciar” sostuvo. Como respuesta a las manifestaciones de hoy, el PT ha convocado para el próximo jueves a diversos actos en todo el país, en los que, según Lula, “el pueblo expresará su apoyo a Rousseff y la democracia”.

La mandataria sumó un apoyo clave del Senado a partir de que el titular de la Cámara, Renán Calheiros, descartara dar curso a un pedido de juicio político pedido por la oposición, y propusiera una agenda de reformas para enfrentar la crisis económica.

Los organizadores de la movilización esperan marchas en más de 230 ciudades. De ellas, 71 están en el Estado de San Pablo, el más rico y poderoso del país. (Télam)