Nombre y Apellido / The New York Times

Barrett Treadway, actualmente de tres años y medio, nunca ha dormido muy bien, pero su sueño fue empeoró progresivamente durante el último año. Ella se levanta varias veces por la noche, a menudo trepa a la cama de sus padres y siembra el caos en sus noches. “Hemos sabido desde hace largo tiempo atrás que ella ronca, pero hasta un viaje entre madre e hija en mayo que compartimos una cama, no me había percatado que esto no eran simples ronquidos’’, dijo su madre, Laura. “Ella dejaba de respirar repetidamente, después empezaba de nuevo con un fuerte ronquido que, a menudo, la despertaba a ella y me mantenía despierta a mí a toda la noche’’.

Barrett tiene apnea del sueño, condición diagnosticada con mayor frecuencia en adultos y asociada normalmente con obesidad. Sin embargo, ninguno de esos atributos describe a Barrett, quien es joven y esbelta, aunque la condición es un tanto más común en niños con sobrepeso.

En la mayoría de los casos, el problema surge cuando, durante el sueño, la vía respiratoria del menor es obstruida temporalmente por amígdalas dilatadas o adenoides o ambas -tejidos linfoideos en la parte posterior de la garganta-, de ahí el nombre “apnea obstructiva del sueño”. Cuando la respiración se detiene durante 10 o más segundos, el nivel sanguíneo de bióxido de carbono lleva al cerebro a tomar el control y a empezar de nuevo la respiración, casi siempre acompañado de un fuerte ronquido o resoplido.

Sin sueño reparador

Los niños rara vez presentan lo que se conoce como apnea central del sueño, en la cual el cerebro temporalmente deja de emitir señales a los músculos que controlan la respiración. Los expertos dicen que entre 1 y 3% de los menores tiene apnea del sueño que, de no atenderse, puede alterar mucho más que las reparadoras noches de una familia. Los menores afectados simplemente no tienen suficiente sueño reparador para asegurar un desarrollo normal.

De no corregirse, esta condición puede dar como resultado hiperactividad y problemas de atención en la escuela, lo cual se confunde con frecuencia con el trastorno de déficit de atención e hiperactividad, a veces siendo atendido erróneamente con un estimulante, lo cual solo empeora las cosas.

Los niños afectados pueden mostrarse excesivamente somnolientos durante el día. Los educadores en el preescolar de Barrett han dicho que es difícil despertarla de su siesta. La memoria de un niño, su desarrollo cognitivo, capacidad de aprendizaje y coeficiente intelectual (CI) también pueden verse afectados.

Sin embargo, una vez que la condición es atendida efectivamente, la conducta del menor puede mejorar drásticamente y la mayoría de los niños pequeños son capaces de alcanzar a los demás en cuanto a hitos del desarrollo que pudieran haberse demorado.

Sin embargo, puede haber sutiles efectos a largo plazo, según informaron el doctor David Gozal, en esa época en la Universidad de Rochester, y colegas en 2008 en Seminarios de neurología pediátrica. La investigación arrojó que los menores que roncaban con frecuencia y ruidosamente durante las primeras etapas de la infancia enfrentaban un mayor riesgo de menor desempeño académico más adelante en la vida, mucho después de que se hubiera resuelto lo de los ronquidos’.

Hábito

Gozal, especialista pediátrico en sueño por el Centro Médico de la Universidad de Chicago, advirtió: “la presencia de ronquidos no debería verse como una característica normal de los niños en el momento de dormir, ya que eso indica la presencia de una mayor resistencia en las vías respiratorias superiores”.

En 2008, Gozal informó que el 9% de los niños, y el 5 % de los menores de 9 a 14 años de edad, roncan habitualmente. Incluso si no se interrumpen los ronquidos de un menor durante el sueño, explicó, “roncar, de hecho, se asocia con un mayor riesgo de déficits neuroconductuales’’.