BUENOS AIRES.- “Hicimos un esfuerzo enorme y llegamos acá. Es una alegría inmensa para la gente. Somos campeones. No me sale más nada”. Hasta ahí le alcanzó la voz a Matías Kranevitter. Emocionado hasta las lágrimas, no pudo decir más. Tampoco hizo falta. Ya había hablado suficiente en la cancha, con los pies, el lenguaje que mejor maneja. Siempre junto a Leonardo Ponzio, su camarada en esa sociedad ideal de caudillos que controla el mediocampo de este River multicampeón de Marcelo Gallardo. Es la dupla favorita del “Muñeco” y de todo el pueblo “millonario”, que lo pide a gritos a Matías para la Selección. Le exige a Gerardo Martino que se lo lleve, porque lo ve como sucesor natural del crepuscular Javier Mascherano.

El tucumano tiene mucho que ver en esta dulce realidad que vive River desde hace tiempo. Gallardo lo considera imprescindible en su esquema, y él le ha devuelto el voto de confianza con intereses. Ayer lo demostró una vez más, participando activamente de esa maniobra colectiva de asfixia con la que River cazó a Tigres. A Rafael Sóbis, apenas si lo dejó darse vuelta.

Y es que “Crack-nevitter”, como lo ha bautizado la hinchada, es de esos pibes que juega con el aplomo de los que tienen el cuero curtido por las finales. En él se apoya la doble personalidad que Gallardo la ha imprimido al equipo: marca territorio cuando hay que meter, y maneja los tiempos y los rumbos cuando hay que mover la bocha, con elegancia y más de 80 % de efectividad en los pases. No es casualidad que Tigres apenas haya generado turbulencias en el fondo.

Con el partido ya resuelto, la joven figura le dejó su lugar a uno de la vieja guardia, “Lucho” González. Todavía no se lo han llevado, pero no tardará en marchase y River lo va extrañar. (Especial)