Si el mundo respetara un esquema en lugar de improvisar minuto a minuto, River debería haber jugado esta final hace nueve años, en 2006. Pero no: aquella vez fue eliminado en cuartos por Libertad de Paraguay y no pudo sostener su puntual y llamativa costumbre de llegar a la definición cada 10 años: 1966, 1976, 1986 y 1996. Derrotado en las dos primeras y campeón en las siguientes, equilibrio que duró hasta anoche.

Repasemos un poco de historia. Pocos días después de que la Selección ganara el Mundial en México, River debutó en la Libertadores de 1986 nada menos que ante Boca, con el que igualó 1-1 en la ida y al que venció 1-0 en la vuelta. Bajo el mando del “Bambino” Héctor Veira, ganó los grupos que integró en las dos fases, y en la final se encontró con América de Cali, que tenía a Julio Falcioni en el arco, Carlos Ischia en el medio y Ricardo Gareca en el ataque. River se impuso 2-1 en Colombia, con goles de Juan Gilberto Funes y el “Beto” Norberto Alonso, tras la igualdad transitoria del paraguayo Roberto Cabañas. Una semana después, en el Monumental, un zurdazo de Funes le dio el 1-0 y la primera Copa a River.

Una década tuvo que esperar la banda roja para revivir semejante alegría. Con la mística ganadora del DT Ramón Díaz y figuras como Enzo Francescoli, Hernán Crespo, Ariel Ortega, Juan Pablo Sorín y el propio Marcelo Gallardo, River era un equipazo. Ganó el grupo que compartía con San Lorenzo, al que luego eliminaría en cuartos de final. Batió a la “U” de Chile en semifinal y en la final se reencontró con un viejo conocido: América de Cali. El conjunto colombiano se impuso 1-0 en el partido de ida, con gol de Antony de Avila, pero River dio vuelta el global en Núñez con un doblete de Crespo, ante un Monumental que explotaba.

Fue una estampa inolvidable, que fue perdiendo color en estos 19 años de espera, que incluyeron cuatro semifinales. Pero se acabó anoche: River cambió el bi por el tri y renovó su álbum con fotos en alta definición gracias al estilo flexible que le imprimió Gallardo, combinación entre fútbol de paladar fino y espíritu de lucha para cuando las papas queman.