Aunque son los une la fraternidad y cada uno tiene su propia personalidad y belleza, pero parecen el día y la noche en lo que a materia vial se refiere. Las preferencias de sus progenitores de turno por uno de ellos es más que evidente. La ruta N° 307 une el destino de Tafí y Amaicha del Valle. El tramo que lleva desde Acheral hasta el primero ha sido ensanchando y goza de un mantenimiento permanente. No ocurre lo mismo desde El Infiernillo hasta Amaicha.

La ruta N° 307, que une Acheral con Amaicha del Valle, fue habilitada el 17 de enero de 1943 durante la gobernación de Miguel Critto; comenzó a construirse el 23 de septiembre de 1940 y se inició simultáneamente de los extremos. Casi a mitad de camino a Tafí del Valle, se llega a un descanso donde está enclavado el imponente monumento al Indio, que realizó Enrique Prat Gay en 1942. Pero también resalta su penoso entorno. Desde hace ya bastante tiempo, permanecen en el lugar puestos de comidas, de artesanías y ropa (se las puede conseguir en cualquier feria), cuya estética es deplorable, profundizada por la falta de higiene. A ello se suman boxes de cemento inconclusos. No se entiende por qué no se ha construido un entorno acorde con la belleza del lugar y de la gran escultura.

Tras pasar Tafí se llega a El Infiernillo. A partir de allí un coro infinito de rajaduras, baches o la súbita desaparición del pavimento del pavimento alimentan el martirio del viajero hasta llegar a Amaicha. Ese tramo de más de 50 kilómetros carece de guardarraíles, de banquinas, de señalización, de controles y en caso de sufrir un desperfecto en el vehículo debe encomendarse a la generosidad del prójimo que se detenga para ayudarlo. El peso de los camiones y ómnibus ha ocasionado ondulaciones en el asfalto en varias partes, que pueden producir la pérdida de control a quienes circulan a alta velocidad.

Hace tres años, una periodista de LA GACETA recorrió la ruta 307 y describió sus vicisitudes viales. Todo sigue igual que entonces en el tramo El Infiernillo-Amaicha. Tampoco tiene demasiada suerte Colalao del Valle, que es atravesada por la ruta nacional N° 40. Hasta llegar a las cercanías de las Ruinas de Quilmes, donde la 307 empalma con la 40, el asfalto tiene parches. Desde allí hasta llegar a Colalao, la ruta se encuentra en mal estado. Cuando llueve, es muy difícil sortear los badenes en automóvil, porque vienen desbordados especialmente en la zona de El Bañado. Esta desidia caminera se hace mucho más evidente cuando la ruta N° 40 pisa la provincia de Salta, rumbo a Tolombón y Cafayate. El asfalto se halla en muy buen estado.

El Gobierno provincial firmó hace ocho años un convenio con Vialidad Nacional para la concreción de obras por $150 millones. Para la ruta 307 se destinaron $61 millones. Se anunció que se iba a repavimentar la ruta desde Tafí del Valle hasta Colalao del Valle. Se cumplió solo en el tramo Acheral-Tafí-El Infiernillo.

Es incomprensible, por ejemplo, que el potencial turístico de Ampimpa, a pocos kilómetros de Amaicha, donde está enclavado el observatorio astronómico, pase inadvertido para las autoridades. Hace 75 años, la ruta 307 fue construida en dos años y cuatro meses. En ocho años, el Gobierno no ha podido repavimentar los 55 km que median entre Tafí y Amaicha. Ello refleja no solo una suerte de inequidad en el reparto de bienes entre ambos destinos, sino también la ausencia de una política de Estado para convertir al turismo en uno de los pilares de la economía provincial. De poco o nada sirve tener paisajes bonitos o lugares de valor histórico si no hay caminos en óptimas condiciones para llegar.