Fue un cimbronazo difícil de digerir para Mauricio Macri pero, dice el refrán, “si hay miseria que no se note”. El PRO ganó la Capital Federal y retuvo el gobierno, aunque el trampolín soñado a nivel nacional quedó postergado justamente en el distrito que administra desde hace ocho años, el lugar desde donde debía partir una imparable “ola amarilla” rumbo a octubre. Algo magullado, igualmente, Macri rápidamente dio vuelta la página y se mostró como presidenciable, pero es evidente que Daniel Scioli y Sergio Massa se deben estar relamiendo. Antes de la elección, cualquier cifra con un seis adelante era más que buena para el oficialismo, ya que ése iba a ser considerado el “piso” macrista en la Ciudad para las PASO primero y para las generales después, pero los ciudadanos determinaron que Horacio Rodríguez Larreta cruzara con muletas la meta de la mitad más uno. Junto al razonable desempeño que se descuenta puede tener el actual jefe de Gobierno porteño en Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Entre Ríos y Salta, Macri se tornaba más que competitivo a nivel nacional si ganaba cómodamente en la Capital. Antes de la elección, se decía que el test al que lo estaba sometiendo Martín Lousteau sólo le había demorado la campaña en el crucial distrito bonaerense, allí donde necesita mostrar fortaleza. Pero no fue solamente eso, ya que la izquierda y quienes votaron por el Frente para la Victoria en la primera vuelta capitalina dejaron de lado la opción del voto en blanco, se decidieron por el candidato de ECO, le hicieron ganar en media Capital y le bajaron el optimismo al macrismo, pero también a buena parte de la oposición al Gobierno. En un trabajo de desgaste hacia la interna de las PASO, puede ser que el propósito del ex ministro de Economía haya sido jugar a favor de Ernesto Sanz o de Elisa Carrió, aunque estos resultados marcan con mayor contundencia que su ambición terminó siendo funcional al kirchnerismo. Probablemente, la Ciudad hubiese necesitado un cambio de aire tras ocho años de macrismo. Pero si se calibra el armado opositor al oficialismo nacional, lo de Lousteau no dejó de ser una irresponsabilidad estratégica dentro de “Cambiemos”. Pero, además, si bien políticamente no era conveniente largarlo a la cancha, sin equipos, hubiese sido impensable que ECO gobernara con alguna eficiencia, al menos durante los primeros tiempos. Los porteños parecen haber elegido con cierta lógica. Ahora, para Macri se abre el desafío de remontar este trago amargo, mucho más doloroso porque el freno hacia la carrera nacional se le ha presentado en la Capital. Los votos que recibió Lousteau obligan al candidato a Presidente a encarar una campaña menos light, quizás más propositiva y marcando mucho más las diferencias con el oficialismo nacional. Sin embargo, no alcanza todavía con tantas expresiones de deseos como las que desparramó Macri en el discurso post-elección, ya totalmente volcado a la Nación, recitando una especie de Credo cívico algo personalista. Sin referirse a la elección que tanto lo debe haber fastidiado, Macri respiró hondo y puso sobre la mesa las cuestiones más críticas de su agenda: la pobreza, el rol del Estado y el valor de las empresas públicas (Anses, YPF y Aerolíneas), el apoyo institucional a la Justicia y el “no” al pensamiento único.