Neil Macfarquhar / The New York Times

RUBLOVKA, Rusia.- SE VENDE: Hogar familiar de nueve habitaciones, 15 baños, 7.800 metros cuadrados, un garaje para 16 autos, piscina interna-externa, sala de cine, cava, mesa de comedor para 22 personas, suite dental privada y calefacción ambiental a lo largo de la propiedad de 1,4 hectárea para vaporizar nieve. PRECIO INICIAL: 100 millones de euros, aunque un agente de bienes raíces dice que, si logra encontrar al propietario el día correcto, él pudiera soltar la mole de un piso por 80 millones de euros, dado el deslucido interés registrado este año en el mercado.

Suena fuera del alcance, pero no se puede mejorar la ubicación. Con el presidente Vladimir Putin y el primer ministro Dimitri Medvedev viviendo a pocos kilómetros más adelante por el boscoso camino, el área rebosa de agentes encubiertos de la FSB y no se ha informado de un solo robo. Sin embargo, lo más probable es que la seguridad del Kremlin quite el teléfono de discado que forma parte de su red cerrada. El área, Rublovka, ha albergado a la élite rusa desde hace largo tiempo atrás: dirigentes soviéticos como Leonid Brezhnev, escritores famosos, actores y cineastas. En los días que la policía no cierra totalmente la arbolada vía de dos carriles a Moscú durante horas para que Putin pueda acelerar hasta el Kremlin sin impedimentos, es un recorrido en auto de 40 minutos hasta el centro de la ciudad. Mezcla de Greenwich, Connecticut y Beverly Hills, California, Rublovka es una serie de parches de comunidades amuralladas que combina una vasta riqueza con gusto a menudo dudoso: los techos de falsos castillos franceses y palacios italianos se asoman entre altos muros y árboles.

Sin embargo, Rusia está arrastrando los pies en medio de una recesión, y la Barvikha Luxury Village -centro comercial que alberga marcas como Prada y Gucci así como concesionarios de Bentley y Ferrari/Maserati- está desierto la mayoría de los días. Con la economía recuperándose de la caída del precio del petróleo y sanciones económicas de Occidente sobre Ucrania, el rublo se ha encogido precipitosamente, la inflación ha subido y los salarios reales bajan por primera vez en años, obligando a los rusos -incluso a los más ricos- a conformarse con menos.

Putin y su cohorte del Kremlin han dado su mejor esfuerzo por reducir al mínimo la crisis, pero analistas autónomos presentan un panorama más oscuro, con apenas una recuperación intermitente, si la hay, prevista el año próximo.

Si bien Putin les dijo a los rusos hace poco: “hemos estabilizado la situación’’, el lento mercado de bienes raíces de Rublovka cuenta otra historia. Expertos dijeron que los vendedores están ya sea desesperados por efectivo o huyendo al extranjero, llevándose su dinero, al tiempo que los compradores están evitando los castillos estilo rococó, un sello distintivo del área.

“La gente no cree que vaya a ganar la misma cantidad de dinero en el futuro, así que no quiere gastar lo que tiene ahora’’, dijo Leonid Krongauz, uno de los fundadores de Kalinka Realty, que ha estado intentando vender la villa de 100 millones de euros. Hay excepciones. Barones políticos y de negocios de distantes regiones de Rusia siguen codiciando una prestigiosa dirección en Moscú, al igual que magnates ucranianos en busca de un escape de la guerra. (Se rumorea que el depuesto presidente ucraniano, Vicktor Yanukovich, asumió residencia en la ciudad.)

Diversos agentes de bienes raíces dijeron que ni un solo cliente de Rublovka quería hablar en público sobre emigrar, no fuera a ser que los tildaran de formar parte de la ‘’quinta columna’’ que supuestamente socava intereses de Rusia. Sin embargo, la incertidumbre convence a muchos de que sus ahorros estarán más seguros en el extranjero. “Conozco a muchos que intentan invertir dinero en Bulgaria, el Báltico, Montenegro’’, dijo Egveny Gontmakher, economista que critica con frecuencia la política oficial. “En esta situación, es más seguro vender en Rublovka, llevarse el dinero al extranjero y vivir en otra parte’’. Por supuesto, mucha gente sigue feliz allí, apoya a Putin y no tiene intención de marcharse.

Una torrecilla de ladrillo marca la entrada a Tagankovo, la comunidad amurallada en la que Alexander Kulikov, de 53 años, ha vivido desde 1994. Ha fundado media docena de negocios, incluyendo un fabricante de lentes ópticas y un popular sitio de moda en línea. El otoño pasado, después de que la caída del rublo y las sanciones elevaran el costo del capital, empresarios pidieron prestado dinero a tasas de 40%, dijo, aceptando cero ganancias o peor solo para sobrevivir. La tasa ya bajó a casi 25%, y él renegocia su financiamiento.

Destacó que el tono de la conversación en la cancha de tenis de Tagankovo ha cambiado. “Solíamos hablar exclusivamente de cuán mala era la situación’’, dijo Kulikov, charlando en la guarida secreta de un vecino estadounidense que estaba oculto detrás de un muro de concreto en el sótano. “Ahora, ya empezamos a hablar de mujeres nuevamente’’, acotó.

Otro vecino, Boris Chirkov, de 77 años, fundó una empresa de telecomunicaciones, tras el colapso soviético, y se mudó a Rublovka. “Solía haber queso feta de Grecia. Ahora, lo hace Bielorrusia, pero no es igual. ¿Voy a morir por eso? No conozco a nadie que esté muriendo a raíz de las sanciones”, indicó.

Putin ha envuelto la necesidad de soportar la penuria económica en ferviente nacionalismo. Ha cambiado todo tipo de hábitos de gasto. Kulikov solía buscar importaciones como carne estadounidense, hoy prohibida bajo sanciones rusas, pero dijo que él y sus vecinos de Rublovka compran la rusa, incluso cuando de vino se trata.

Ekaterina Rumyantseva, otra fundadora de Kalinka Realty, dijo que en términos de ventas de alto nivel, ella solo podía recordar una en la primavera, una casa de U$S 30 millones en Rublovka. ‘’Una casa que costaba U$S 50 millones ahora cuesta 25 millones’’, dijo. ‘’El mercado tiene una abundancia de existencias’’. En los años del auge entre 2010 y 2011, la empresa vendía con facilidad 100 casas al año, dijo, pero ahora se ha reducido a entre 30 y 50 residencias.