“Son tucumanas tucumanas”, me dijo Noelia mientras traía una fuente de empanadas caseras que había cocinado hasta las 3 de la mañana. Me había invitado a conocerla en su casa, en San Miguel de Tucumán, así que después de una mañana recorriendo los barrios de la zona y charlando con los vecinos, me recibió junto a su familia con esa hospitalidad que caracteriza a la gente de buen corazón. Noelia tiene grandes sueños que la motivan. Es mamá de dos chicos, uno de 11 y otro de tres, y como hace tiempo no consigue trabajo se está dedicando por completo a estudiar una carrera. Quiere un futuro mejor, para ella y para sus hijos, y sabe que la clave para lograrlo está en apostar a su talento, a todo lo que sea capaz de hacer para superarse.

En Tucumán también conocí a Juan Carlos, un hombre de 61 años que vive en Yerba Buena, y que con mucha emoción me dijo que el sueño que lo mueve es que el país que tanto ama sea “vivible”: que los chicos puedan jugar en la vereda, que las calles sean seguras para caminar sin miedo, que la gente tenga posibilidades para crecer. Y a Ricardo y a Vanesa, una pareja de San José que con mucho esfuerzo se las ingenió para darle el desayuno y apoyo escolar a los chicos del barrio, para que puedan desarrollarse sanamente y que no les falte nada.

Historias de tucumanos como estas, de empuje, de solidaridad, de entrega, se multiplican tanto acá como en todos los rincones que recorro. Y estoy convencido de que en cada una de ellas está el valor que necesitamos para salir adelante y construir juntos el país que soñamos. Esa Argentina grande, donde todos puedan desarrollarse, impulsar sus capacidades y cumplir sus metas. Podemos hacerlo, porque tenemos muchas condiciones para lograrlo.

En Tucumán, por ejemplo, la producción azucarera es una de las principales actividades económicas, por ende una de las fuentes de trabajo más grandes. Miles y miles de personas dependen de ella cada día, y se dedican con todo su esfuerzo para que el proceso productivo siempre salga de la mejor manera.

Es por esto que debemos ayudar a los pequeños y medianos productores a través de un Estado cercano, con políticas que los ayuden y les permitan crecer a través de un planeamiento estratégico que los impulse.

También es necesario apoyar a los que viven de la producción de limón, de la que somos líderes a nivel mundial. Los productores de este cítrico son un ejemplo de cómo los emprendedores argentinos pueden sobresalir y generar trabajo de calidad, y es importante acompañarlos para facilitarles el camino y que puedan seguir avanzando.

Y si a todo esto le sumamos el fomento al turismo, a la capacidad de innovación, al amor que sienten los tucumanos por sus tradiciones y su tierra, podemos lograr resultados increíbles.

El desafío es confiar en las ganas de todos los que apuestan a vivir mejor, y trabajar para ofrecer las herramientas que nos permitan desplegar todo nuestro potencial como país. No hay secretos ni recetas mágicas que nos permitan transformar la realidad de los argentinos de la noche a la mañana. Lo que sí hay es una voluntad de cambio enorme que viene recorriendo todo el país, y nos necesita a todos juntos tirando para el mismo lado. Si somos protagonistas desde nuestro lugar, como Noelia, como Juan Carlos o como Vanesa, y participamos, podemos hacer realidad el sueño de vivir en un país mejor.