En una nota publicada en LA GACETA el miércoles 13 de enero de 1937, la pluma de un hábil cronista relataba el derrumbe de un caserón que fue toda una institución de la época romántica de la vida provinciana de nuestra capital.

Se trataba de la famosa Confitería París, en calle Las Heras 465 (hoy San Martín). El relato parecía un lamento, lleno de reminiscencia y nostalgia, señalando con dedo acusador al insensible espíritu que ordenó el implacable golpeteo de la piqueta, en uno de los lugares más queridos por los parroquianos capitalinos. Los obreros, en trabajo lento y paulatino, dejaron el sitio vacío, aunque no sin alma. Aquellas paredes habían albergado generaciones enteras, que sintieron como afrenta personal el arrollador avance del progreso, el soplo de la civilización, como se dijo en aquel entonces tratando de justificar lo irremediable.

El escriba intentaba traducir el profundo sentimiento popular, con no poco esfuerzo: “viejo regañón, orgulloso de su pasado de triunfos, contemplaba con altivez feudal a los que, representantes de una época nueva, profanaban ese ambiente que debía permanecer inmaculado; pero el tiempo pasa, nuevos gustos desplazan a los que orgullosos reinaban…”.

Los orígenes

El fundador de la famosa confitería fue don Pascual Di Niro, hombre nacido en Italia en 1868, que a los 21 años vino a la Argentina. Luego de inaugurarse, el negocio rápidamente adquirió prestigio. A lo mejor fue por el sitio estratégico y concurrido que ocupaba, frente a la plaza Independencia; o por la elegancia y el buen gusto como fue vestida la estructura. Tal la costumbre de aquella época, don Pascual vendía los productos que elaboraba, y en un sector aparte del salón estaban dispuestas las mesas para los clientes que desayunaban, tomaban un té o el copetín de la tarde.

Por ser un lugar ameno y de delicada atención, muy pronto se convirtió en favorito de la parte más afortunada de la sociedad. Era el lugar predilecto de los jóvenes en los albores del siglo pasado, donde anudaron romances, encuentros de amigos, o donde una simple tertulia se alargaba más de la cuenta. Una nota de 1918, exaltaba “sus masas, sus afamadas pastas que tienen conquistada justa fama entre los más refinados”; también su fiambrería, “siempre provista de los mejores productos que en el género se importan del extranjero”, o sus célebres pan dulce y turrón, delicias en las fiestas de fin de año.

Por las celebraciones del centenario de 1916, la confitería editó el folleto “Recuerdos” de don Florencio Sal, sobre Tucumán en tiempos de Rosas. Y en la década de 1920, dio a luz un pequeño álbum de 150 páginas, con abundantes fotografías coloreadas, donde recogía jugosos testimonios de cronistas y viajeros sobre nuestra ciudad.

El cierre definitivo

Don Pascual muere el 10 de agosto de 1926, luego de 37 años de laboriosa y fructífera tarea en nuestra tierra. Pero la “París” no llegó a sobrevivir una década y cerró en 1934; y el 12 de octubre de ese año el local fue rematado. En una nota de despedida, LA GACETA la evocaba como un “emporio de otros tiempos; centro familiar, social y político donde igual se agrupaba un núcleo de damas benéficas para una obra de caridad, como se reunían copetudos señores para dar rumbos a la vida institucional de la provincia; de donde salieron el pan para el menesteroso y el plan de labor para el gobernante…”.

Dos años después de la demolición, en el mismo sitio, se inauguró la sede de la Caja Popular de Ahorros, que justamente mañana cumplirá cien años de existencia.