La historia es la misma que estrenó James Cameron hace 31 años, con imprescindibles variantes en la trama que evitan el papelón del copy paste. Esas tres décadas que separan el clásico de Cameron de este renacimiento de la saga están grabadas en las arrugas de Arnold Schwarzenegger. Ya se vio en el trailer que Arnold encarna a un terminator “bueno”; salvado así el riesgo del spoiler queda subrayar que, bordendo los 70, al ex gobernador de California ni se le ocurre bajar los decibeles. Sigue dando y recibiendo golpes como el primer día.
“Terminator: Génesis” no es el primero ni será el último raspaje de la olla hollywoodense. A falta de ideas originales, bueno es el recauchutaje de las fórmulas exitosas. La película es intensa, un poco enrevasada en el desarrollo del guión (saltos temporales, física cuántica y explicaciones que no siempre aclaran el panorama), con algunos chispazos de humor y poquísima emoción.
Emilia Clarke (sí, la Daenerys de “Juego de tronos”) se pone el traje de la inolvidable Linda Hamilton y lo lleva con dignidad. Jai Courtney, en cambio, es de madera terciada. Junto a Arnold componen el trío abocado a salvar el mundo del apocalipsis. Alan Taylor, que venía de dirigir la segunda parte de Thor, abusa de los efectos especiales digitales. No le quedaba otra, seamos honestos, atendiendo a las exigencias de la historia.
Arnold se da el gusto de protagonizar algunos pasajes de pura acción, ensaya una que otra sonrisa y conserva el gesto robótico. Está en su salsa.