Carlos Sánchez no puede ni quiere dejar de ser un Tucu Tucu, aunque el grupo ya no exista. Su identidad, su sonido y su fuerza están referenciados al cuarteto al que perteneció por más de tres décadas, al punto que su último disco, “Emociones”, está dedicado a sus hermanos de canto que ya no están: Héctor Bulacio y Ricardo Romero, a quienes rinde un tributo especial, con varios temas.
Su voz estará presente mañana en La Peña Patria que se realizará desde el mediodía en Marina Alfaro 945, como una muestra de identidad tucumana en el día de la declaración de la independencia y como parte de una nutrida cartelera folclórica.
“Los Tucu Tucu fueron el gran amor, todo lo que yo haga va a sonar parecido a lo que hacíamos y soy consciente de ello. Como primera voz, era el color del conjunto. La gente nos quiso mucho porque éramos embajadores culturales de la provincia y hablábamos de la provincia antes de cantar”, admite en la entrevista con LA GACETA.
- ¿Qué contiene “Emociones”?
- Este CD son casi dos porque tiene 22 temas; siempre me pareció poco un disco con sólo 12 canciones, es algo mezquino para la gente. Tiene dos partes: nueve canciones con el homenaje a los Tucu Tucu; y las otras ya como solista, entre las que incluyo el “Himno a San Miguel de Tucumán”, en agradecimiento a todo lo que recibo en esta tierra. El lugar en el que nació la Patria no podía no tener una canción.
- ¿Cómo se dedicó a cantar?
- Era una cuestión familiar: mi mamá era soprano y mi papá, tenor. Trabajaba en el ferrocarril y sabía cuando venía algún famoso y era su partenaire en las presentaciones. Desde los tres años estaba metido en la música, y a los cinco ya cantaba en el coro de la Iglesia de La Merced. En mi casa se escuchaba de todo y cuando venían nos visitaban Edmundo Rivero y Atahualpa Yupanqui, amigos de mi papá.
- De esa infancia, pasó bastante tiempo hasta los Tucu Tucu.
- Yo me incorporé en 1973 en reemplazo de César Coco Martos, quien se fue para formar el trío Los de Siempre, y estuve hasta la tragedia de hace casi ocho años. Yo era el más chico del cuarteto; aunque tenía 27 años, parecía de 10 menos. Tenía el pelo largo y era delgado y alto. Jugué al básquet como pivot volante en Mitre, y en Racing, Atlanta y Obras Sanitarias, cuando estuve en Buenos Aires.
- ¿Cómo se suma a los Tucu?
- Yo estaba con Los Nocheros de Anta, pero no me quise ir a Europa con un contrato de cinco años. Entonces, me llegó la invitación de los Tucu y me sumé. Ya era un grupo conocido, pero a partir del 75 empezamos a ganar todos los premios como el Consagración de Cosquín. En esa época, el Disco de Oro se lograba cuando se vendía un millón de unidades. Lo primero que grabé fue el single con “Candombe para José” y “Nada tengo de tí”, y me quedé hasta el accidente fatal de septiembre de 2007, cuando el tren arrasó el auto en el que íbamos Romero, Bulacio, Roberto Pérez y yo.
- Las giras deben haber generado miles de anécdotas.
- Lo más lindo era la unión que teníamos. A donde íbamos, salíamos a comer juntos; parábamos en el mismo hotel y nos dividíamos dos por cada pieza. Eso llevó a que nos confundieran como gays la primera vez que fuimos a Nueva York, en 1983: cuando llegamos, entramos a la habitación y descubrimos camas matrimoniales; las mirábamos sin entender, hasta que le pedimos a la gente del hotel que sean separadas, porque no podíamos dormir hombre con hombre. Primero pensaron que nos habíamos peleado como parejas, pero después se dieron cuenta de que no éramos homosexuales, sino sólo amigos.
- No debe haber sido la única confusión.
- Al contrario. En Rusia fuimos un suceso; todos los años querían que fuésemos a cantar. Para entrar la primera vez, como era el régimen comunista, nos pidieron 12 fotos de distintos perfiles, y nos miraban por todos lados. Por poco no nos desnudaban. En el hotel, cada uno tenía una pieza y Romero tenía miedo de dormir solo: si debía hacerlo, dejaba la luz prendida toda la noche. Al final del pasillo había una rusa sentada detrás de una mesita, controlando todos nuestros movimientos. Al salir de acá nos habían dado dos cajas de Marlboro para que les regalemos y no nos compliquen, y así fue. Ahí había muchos pasos peatonales subterráneos, pero un túnel era para ir y otro para volver. Por supuesto que los tucumanos siempre íbamos por el equivocado, chocando a la gente. Dejamos de ir porque económicamente no era redituable, ya que nos pagaban con rublos y sólo podíamos comprar cosas ahí, así que volvíamos llenos de botellas de vodka.
- ¿Los Tucu Tucu tienen algún heredero de su estilo?
- Del conjunto, no. La familia de Romero no autoriza que se use el nombre del grupo, pero sí que yo me identifique como quien fue su primera voz. En Córdoba, en Santa Fe y en Mendoza hay algunos que imitan nuestro estilo y me parece bien. Quiere decir que lo que hicimos era bueno. Pero Los Tucu fueron únicos.
- ¿Siente el cariño de la gente?
- Cuando yo era chico soñaba con ser un artista famoso y que la gente me quisiera, y con Los Tucu Tucu lo logré. Es algo tremendo.