Por Dolores Caviglia - Para LA GACETA - Buenos Aires
- ¿Cómo llegó a la historia del secuestro de los Born?
- Estaba haciendo un libro de financiamiento de la política. Una de las cosas que investigaba de la campaña de Menem era la plata de Montoneros, que habían entregado Mario Firmenich y compañía porque el riojano prometía el indulto. Pero el origen de esa plata era el secuestro. Charlando con un ex Montonero le dije: “¿Esta plata de dónde salió? Y me respondió: “Del secuestro de los Born”.
- ¿Por qué no se contó antes?
- Lo que pasó fue que Jorge Born nunca dijo nada. Sí apareció en la alianza de Menem pero jamás habló en profundidad del tema. El hecho de que años más tarde se juntara con Rodolfo Galimberti, secuestrador y secuestrado, hizo que la noticia girara alrededor de eso pero no del secuestro, que era un eslabón perdido. La previa del golpe del 76 no está muy analizada y aún queda pendiente hablar sobre las víctimas de la guerrilla. En un momento Montoneros mandan a matar a un directivo de Bunge y Born porque Born padre no quería pagar el rescate. Esa familia, víctima de los Montoneros, quedó al margen; en el expediente de la causa dice que el hombre murió por una riña en la calle.
- ¿Cómo fue encerrarse con tantos expedientes y después decidir qué entra en el libro y que queda afuera?
- Leí mucho y volqué todo en archivos. Fotocopiaba, leía, subrayaba, lo que subrayaba lo bajaba a un texto y de ahí sacaba el material. El tema es que los expedientes no son ordenados y son más de 50 cuerpos. Ordené cronológicamente los datos y después los separé en bloques temáticos: secuestro, cautiverio, post secuestro. Sobre estos bloques también agregaba bibliografía, las cosas que leía. Al final, esos bloques se subdividieron para que el texto tenga aire.
- ¿De qué forma logró armonizar tanto dato duro e histórico con la experiencia de este hombre secuestrado?
- Eso fue lo más difícil. Sobre todo al principio. El capítulo lo tuve que escribir como 4 veces. Presentar a los Montoneros no era fácil. No quería que quedara descolgado. La historia de Bunge y Born también fue complicada de contar. Trataba de buscar los momentos justos y que el contexto no compitiera con el relato. El post secuestro fue complicado, porque necesita entender dónde parar para que no le sacara protagonismo al encierro. El tema es que el post tenía importancia, porque se encontraron, se traicionaron todos, se despertó la avidez por la plata.
- ¿Confió en la memoria de Born?
- Lo que me preocupaba era ser fiel a que él había estado muy sólido en la negociación. Su fortaleza como personaje. Entrevisté a mucha gente y todos concluían en lo mismo respecto de su comportamiento. Me preocupaba que construyera un papel demasiado heroico para sí. Pero los Montoneros coincidieron en cómo se portó. Y las cosas que no pude resolver, las versiones contrapuestas, no las resolvió. Conté las dos. No forcé nada. No me tomé licencias para el libro. Sí permisos, por ejemplo, con los diálogos; era la intención lo que importaba.
- ¿Cuál fue el rasgo de Born que le dio tanta entereza?
- Es hijo de una alemana, el primogénito criado para ser el heredero. Formaba parte de esas familias que escriben el destino de sus hijos antes que nazcan. Él tenía una enorme veneración por el padre. En dos generaciones habían construido un emporio económico impresionante. Y además venía de un legado belga, por lo que fue educado con austeridad. Se había enfrentado a muchas situaciones en las que no era el nene rico, sino que sometía a pruebas esa condición.
- ¿Cómo llegó a meterse en su cabeza?
- Hablamos mucho. Con el tiempo entendí cómo los encaraba, cómo los miraba. Hablamos mucho más que lo que cuenta el libro. Así pude entender la mirada que tenía sobre los Montoneros. Fueron en total seis meses, una vez por semana, todos los miércoles. De esa manera logré ponerme en el lugar del personaje. Fuimos investigando juntos. Hacíamos memoria entre los dos.
© LA GACETA
Fragmento de Born
Por María O’ Donnell
Nueve meses de cautiverio. Dos herederos ricos, de cuarenta años, en manos de un grupo de guerrilleros compuesto, en su mayoría, por veinteañeros. El cobro cinematográfico del rescate, una parte en la Argentina, otra en Suiza. La muerte sospechosa del banquero a quien le habían confiado parte de los fondos, David Graiver. El papel de Cuba, último refugio del botín. La represión en la dictadura, al servicio de la búsqueda del dinero. La resistencia montonera, financiada con los dividendos del secuestro. El único caso por el cual sentenciaron a Mario Firmenich tras la recuperación de la democracia. Parte de la explicación detrás los indultos. En la carrera final, una persecución desesperada por la plata remanente.
El secuestro de los Born se bifurcaba una y otra vez en intrigas y misterios sin explorar. Quedé atrapada por la historia. Percibí que no se había contado aún en toda su dimensión.
Y lo más importante: faltaba la voz de su protagonista, Jorge Born, el heredero de un imperio que pasó nueve meses en ropa interior encerrado en las cárceles del pueblo de los Montoneros, entre septiembre de 1974 y junio de 1975.