Ignacio Naya - DPA
Los teléfonos empezaron a sonar muy temprano en Zurich. Hacia las seis de la mañana, la noticia de que la policía suiza estaba arrestando a dirigentes de FIFA por corrupción empezó a correr como la pólvora de hotel en hotel.
Cuando el diario “The New York Times” publicaba la exclusiva en la costa este de Estados Unidos, los centenares de invitados al Congreso de la FIFA de este viernes, desde delegados de federaciones a periodistas, dormían en su mayoría en la plácida Suiza.
No lo harían por mucho tiempo. El que apunta a ser uno de los mayores escándalos de corrupción del extenso historial de la FIFA acababa de estallar, de hecho llevaba en marcha desde la cinco de la mañana, cuando un grupo de agentes de la policía suiza irrumpió en el hotel Baur au Lac, uno de los más famosos de la ciudad, para detener a varios de los hombres más poderosos del fútbol.
Los cargos
Durante el día se sabría que siete dirigentes del fútbol americano, entre ellos los vicepresidentes de FIFA Jeffrey Webb y Eugenio Figueredo, fueron arrestados en el marco de una investigación del Departamento de Justicia de Estados Unidos, que implica a 14 personas por cargos muy duros.
El Departamento de Justicia estadounidense hizo público un comunicado en el que anunciaba que habían sido presentadas un total de 47 acusaciones ante el tribunal de Brooklyn (Nueva York) por “organización mafiosa, fraude masivo y blanqueo de dinero, entre otros”.
Según esta investigación, los acusados estarían implicados en la obtención de sobornos por valor de más de 150 millones de dólares, a lo largo de 24 años por la corrupción del fútbol, por “lucrativos derechos de comercialización en los medios y mercadotecnia en los torneos internacionales”.
“Corrupción rampante, sistemática y profundamente enraizada” es la descripción de la fiscala general Loretta Lynch, quien puntualiza que “se ha extendido en las dos últimas generaciones de federativos que abusaron de sus puestos de confianza para conseguir millones de dólares en mordidas y sobornos”.
La Justicia estadounidense no formuló cargos contra el actual presidente de la FIFA, el suizo Joseph Blatter, quien se presenta a la reelección para un quinto mandato mañana en el Congreso de la FIFA en Zurich, contra el príncipe jordano Ali Bin Al Hussein (quien es apoyado públicamente por Diego Maradona, enemigo desde hace años de todas las autoridades de FIFA). Por las dudas, el número uno del fútbol mundial ordenó suspender a los 11 directivos de la entidad que aparecen implicados en este escándalo.
Pero a las siete de la mañana, cuando los periodistas empezaron a reunirse a la puerta del hotel en el que se alojan habitualmente los miembros del comité ejecutivo, todo era confusión. El único que parecía tener todo meridianamente claro era el portero del Baur au Lac: “La prensa no puede pasar”.
Si querían información, los periodistas deberían obtenerla en la calle, por suerte para ellos bajo un cielo azul muy distinto al gris y lluvioso que recibió a quienes habían llegado un día antes a Zurich, sede de la FIFA.
Sólo habló el director de comunicación, Walter de Gregorio, quien dejó clara cuál sería la estrategia de defensa del máximo jefe: Blatter no está imputado, esto no tiene nada que ver con él y no piensa en renunciar.
Mientras De Gregorio hablaba en la lujosa FIFA-House, la policía seguía con su trabajo en otro hotel de la ciudad, el Renaissance, donde se alojan los miembros de Concacaf (Confederación Norte, Centroamericana y del Caribe) y Conmebol (Confederación Sudamericana de Fútbol).
Allí, el venezolano Rafael Esquivel, presidente de la Federación de su país, desayunó junto a su par argentino Luis Segura mientras leía las noticias en su smartphone. “Ahí le dijimos: ‘Mirá, tu nombre está en la lista de los acusados’”, dijo el titular de la AFA.
Pocos minutos después, sobre las 11 de la mañana, el venezolano, que lleva 28 años al frente de su federación, salía en silencio por la puerta del hotel arrastrando una maleta de ruedas y acompañado por varios policías vestidos de civil camino de una comisaría.
“Teníamos instrucciones de hacer los arrestos con sigilo, evitando las fotografías”, admitió un agente, cuya jornada había empezado “muy temprano”. “Aquí ya hemos acabado. Este hotel ya está limpio”, agregó parte en broma y parte en serio.
Dentro, en estado de shock, se quedó el resto de miembros de una Conmebol que ayer celebró una reunión mucho más larga de lo que había previsto en un primer momento.
En las puertas del hotel fumando un cigarrillo, en el restaurante comiendo un sándwich, en el lobby tomando un café: las conversaciones giraban siempre sobre lo mismo. ¿Qué ha pasado? ¿Qué hacer?
En público, la respuesta era siempre la misma: hay que esperar, primero hay que aclararlo todo. En privado, algunos pedían acción. “Habría que aprovechar para terminar la limpieza”, aseguró un hombre próximo al presidente de la Conmebol, el paraguayo Juan Ángel Napout, que accedió al puesto el año pasado.
“El que hizo algo incorrecto debe pagar. Ha habido una forma de hacer las cosas con la que hay que acabar”, agregó.
El Departamente de Justicia de los Estados Unidos infiltró a Chuk Blazer para que consiguiera pruebas en contra de los directivos de la FIFA que estaban sospechados.
El espía consiguió información clave para que la Justicia de Estados Unidos acusara a los directivos de soborno, fraude, lavado de dinero y evasión fiscal.
Hasta el momento están acusados 11 personas que ocupan u ocuparon cargos en la FIFA. Los otros tres son empresarios argentinos Datisa.
Los acusados serán investigados y enjuiciados en Estados Unidos, por ahora. Podrían recibir condenas de entre 10 y 20 años, según se informó.