CIUDAD DE MÉXICO.- Favelas en Brasil, villas miseria en Argentina, campamentos en Chile. Bajo distintos nombres, los asentamientos urbanos irregulares proliferan en América latina como símbolo de exclusión en las grandes ciudades. Techos de lámina en algunos casos, paredes de ladrillo en otros. Recientes o con más de 30 años de antigüedad. Pueden ser, al mismo tiempo, foco y víctimas de violencia y reflejan en todos los casos la pobreza y la desigualdad que, según organismos internacionales, marca a América Latina.
Líderes comunitarios de 100 asentamientos de 18 países de la región se reunieron esta semana en Ciudad de México, en una cumbre convocada por la organización civil Techo, con sede en Chile, para diseñar estrategias conjuntas rumbo a la cumbre Hábitat III de las Naciones Unidas de octubre de 2016 en Quito. “Lo que estamos buscando es poder de alguna manera tener una voz desde la ciudadanía”, dijo a dpa el director operativo de Techo, Luis Bonilla.
“Nosotros estamos promoviendo que no sólo se tome en cuenta en la agenda la perspectiva urbana sino también los entornos rurales y que basemos nuestros mensajes de construcción de hábitat en el derecho a la ciudad, el acceso equitativo y democrático a nuestras ciudades”, afirmó.
No se sabe con exactitud cuántos asentamientos irregulares hay en América Latina y el Caribe, pero Bonilla estima que unos 113 millones de personas viven en este tipo de comunidades, sobre una población total estimada en unos 630 millones de personas.
Techo ha realizado un relevamiento en más de 3.300 asentamientos informales en Argentina, Chile, Costa Rica y Nicaragua para conocer cómo viven sus habitantes. Muchos habitan en zonas de riesgo o terrenos ocupados. La mayoría carece de servicios básicos y vive en la pobreza.
“Los asentamientos irregulares son un fenómeno urbano producto de la segregación de las ciudades latinoamericanas. El 80 por ciento de nuestras poblaciones vive en las ciudades”, dijo Bonilla.
“En nuestro modelo de desarrollo desde mediados del siglo pasado ha predominado mucho la actividad económica urbana en detrimento del fortalecimiento del campo y eso generó una alta migración del campo a la ciudad que nos ha llevado a ser una región predominantemente urbana. Esta misma desigualdad ha producido también que mucha parte de la producción económica sea informal”, señaló.
En la reunión de Ciudad de México los líderes comunitarios, procedentes de distintos países de la región, analizaron cómo abordar desde una visión común la problemática de los asentamientos irregulares. “Han venido desarrollando propuestas de solución que incluyen exigencias y demandas, en primer lugar para ser tomados en cuenta, para superar la barrera de la exclusión social y que eso nos permita construir ciudades más humanas que tengan en el centro a los ciudadanos”, afirmó Bonilla.
Los estereotipos y los miedos, sumados a situaciones reales de violencia y actividades como el tráfico de drogas en algunas de estas comunidades, refuerzan su marginación. “Lastimosamente, por la desigualdad que se vive en nuestra región, hemos estigmatizado mucho a las personas que viven en asentamientos humanos. Existen estereotipos y estigmas pero esas comunidades no sólo no son las culpables de la inseguridad de la región, sino que también cargan con las peores consecuencias de esa inseguridad”, consideró Bonilla. En la cumbre Hábitat, que se realiza cada 20 años, los gobiernos se reúnen, en el marco de la ONU, para definir la agenda urbana mundial para las siguientes dos décadas. Organizaciones civiles también llevan sus propuestas. La primera conferencia se realizó en 1976 en la ciudad canadiense de Vancouver y la segunda en Estambul en 1996.
En Ciudad de México, los líderes comunitarios acordaron impulsar el respeto de los derechos políticos, económicos y sociales de los pobladores de asentamientos informales y trabajar a nombre de sus comunidades “en los procesos de transformación ciudadana”, dijo Bonilla.