El suceso más sorprendente de esta era política es lo que no ha ocurrido. El mundo no ha girado a la izquierda. Dada la crisis financiera, creciente desigualdad, impopularidad de las posturas de la derecha con respecto a temas sociales e inmigración, se habría creído que los partidos progresistas estarían pasando fácilmente de victoria en victoria.

Pero, más bien, les está yendo bien a partidos tendientes a la derecha. En Estados Unidos, los republicanos controlan ambas cámaras del Congreso. En Israel, el Partido Likud encabezado por el Primer Ministro Benjamín Netanyahu logró una sorprendente victoria en unas elecciones que, al menos en parte, giraron en torno a la política económica. En Reino Unido, el Partido Conservador encabezado por el Primer Ministro David Cameron ganó una mayoría parlamentaria.

¿Qué está pasando aquí?

Bien, hay algunos temas en cada elección que son específicos de ese país, pero hay unas pocas tendencias mayores que deben observarse. La primera es que los argumentos económicos de tipo vanguardista y progresista no parecen estar influyendo sobre los electores.

A lo largo de los últimos años, una política económica de centro-izquierda ha pasado del progresismo de oportunidad a progresismo redistribuicionista. El progresismo de oportunidad se asocia con Bill Clinton y Tony Blair en los años 90, así como con el alcalde de Chicago, Rahm Emanuel, actualmente. Esta tendencia usa activamente el poder del gobierno para darle a la gente acceso a mercados, a través del apoyo hacia colegios comunitarios, infraestructura y programas de capacitación y aspectos similares, pero eso no interfiere tanto en el mercado, además duda antes de aumentar impuestos.

Esta tendencia ha sido exitosa políticamente. Clinton y Blair tuvieron largos mandatos. Este año, Emanuel ganó por 12 puntos porcentuales en contra del candidato más progresista, Chuy Garcia, incluso en una ciudad con un número desproporcionado de hogares de miembros de sindicatos.

El progresismo redistribuicionista sube impuestos más decisivamente para transmitir dinero más abajo por la escala de ingresos, se opone a tratados comerciales e interfiere más en el mercado.

Esta tendencia ha ganado elecciones en Massachusetts (Elizabeth Warren) y Ciudad de Nueva York (Bill de Blasio) pero no en muchos sitios más. Ed Balls, el segundo en el Partido Laborista de Gran Bretaña, fue uno de los que encabezó al grupo del Centro para el Progreso Estadounidense que escribió la declaración más influyente del progresismo moderno, informe sobre “prosperidad incluyente’’. Balls ni siquiera pudo conservar su propio escaño parlamentario en la última elección.

Las victorias conservadoras probablemente se relacionan más con el escepticismo popular hacia la izquierda que con algún entusiasmo positivo hacia la derecha. De cualquier forma, los partidos de centro-derecha han hecho pocas cosas bien. De cualquier forma, hay unas pocas cosas que partidos de centro-derecha han hecho exitosamente.

En primer lugar, han defendido en voz alta (a veces ofensivamente) la identidad nacional. En esta era de globalización, los electores están recompensando a candidatos que creen en el ‘excepcionalismo’ de su país.

En segundo, esencialmente han sido prudentes con respecto a la política fiscal. Después de la crisis financiera, hubo un gran debate sobre el grado hasta el cual los gobiernos deberían endeudarse para estimular el crecimiento. Las dos naciones más asociadas con la escuela de la “austeridad’’ -aquellas que recelaban del estímulo fundamentado en deuda- eran Alemania y Gran Bretaña. Esto no resolverá el debate, pero estas dos naciones ahora tienen unas de las economías más fuertes de Europa y sus dirigentes políticos están en buena forma.

En tercer lugar, estos dirigentes no interpretaron excesivamente su mandato. Cameron en Reino Unido prometió que reduciría el tamaño del gobierno, y lo hizo, de 45,7 por ciento del PIB en 2010 a 40,7 por ciento actualmente, según las estadísticas que publica The Economist. El número de empleos en el sector público allá ha registrado una baja de un millón de puestos.

Sin embargo, él hizo estos recortes sin excederse. Ha subido la satisfacción popular hacia los servicios gubernamentales. Además, se han dado algunos esfuerzos sensatos por darles un impulso a aquellos en el fondo. Como destacó The Economist, “El 10 por ciento más rico ha soportado la mayor carga de impuestos adicionales. Los trabajadores de jornada completa que perciben el salario mínimo pagan un tercio del ingreso sobre la renta que pagaban en 2010. En general, la desigualdad no ha crecido, contrariamente a Estados Unidos’’.

El electorado británico y el electorado estadounidense a veces se reflejan mutuamente. Los votantes al otro lado del Atlántico fueron por Reagan y Thatcher juntos y por Clinton y Blair juntos. En términos estratégicos, Cameron es una versión más conservadora del presidente Barack Obama.

La victoria de Cameron sugiere el tipo de candidato al que probablemente le iría bien en una elección general en este país. Él es liberal con respecto a la política social, verde con respecto al calentamiento global y conservador pragmático en lo tocante a la política económica. Si se le puede encontrar un defecto es que no es particularmente ideológico, aunque ha permitido que sus ministros prueben algunas reformas institucionales bastante audaces para modernizar el estado asistencialista.

Globalmente, los electores están desencantados con grandes instituciones públicas. Todo parece indicar que quieren reafirmar el control y su propio y particular nacionalismo (escocés o cualquier otra cosa). Sin embargo, todo parece indicar que ellos también quieren un sector público ligeramente menor, una fuerte reforma al estado asistencialista y mercados laborales más abiertos y vibrantes como una senda a la prosperidad.

Por alguna razón, los políticos estadounidenses están rehuyendo este perfil, Hillary Clinton más a la izquierda y los republicanos a la derecha.