Philippe Delevaux, cambió las ruedas por las alas. El viernes voló en parapente, se sacó selfies en el aire y observó los mismos paisajes que los pájaros ven desde las alturas. Fueron 15 minutos de libertad absoluta, que lo envalentonaron para proponerse el próximo desafío: tirarse en paracaídas desde una avioneta.

Hace poco más de un año, un accidente automovilístico lo dejó sin la posibilidad de volver a caminar. Sin embargo, no le quitó las ganas de vivir. Al contrario: Philippe, de 25 años, se despierta cada día con nuevas metas para concretar y con la idea fija de que a las segundas oportunidades no hay que dejarlas pasar. “Hoy entiendo eso de que las limitaciones están en tu cabeza”, explica. Quizás antes la idea de volar en parapente le hubiese metido un poco de miedo. “Eso no me pasa ahora; incluso hago más cosas que antes. Mis valores, prioridades y manera de ver la vida han cambiado por completo”, enseña.

Cuando Philippe llegó a Loma Bola, todo el equipo de pilotos lo estaba esperando. “Su tamaño (es grandote) representaba un desafío para nosotros. Antes habíamos hecho vuelos con chicos en su misma situación, pero nunca con alguno del tamaño de Philippe”, cuenta Sergio Bujazha, piloto experimentado de parapente. Para el momento del despegue, otros dos pilotos colaboraron: alzaron al joven que estaba unido a Bujazha mediante un arnés.

Se trató de un vuelo biplaza que durante 15 minutos y que les permitió planear con suavidad por encima de los árboles del pedemonte. Luego aterrizaron en una finca en la que los parapentistas suelen terminar sus vuelos. “El viento en esta época es más suave que en otros momentos, así que fue un vuelo tranquilo”, explica el piloto.

El aire los puso en igualdad de condiciones. Phillipe aprovechó para mirar, saludar y sacarse fotos. Mientras tanto, en otro parapente, Valentina Bujazha registró con su cámara todo el vuelo.

Luego del accidente, ocurrido en noviembre de 2013, su vida cambió. “El año pasado fue un año de muchos cambios y adaptaciones, no sólo físicas sino también psicológicas”, cuenta. Se propuso promover la idea de que pese a las capacidades diferentes se puede realizar la actividad que sea en igualdad de condiciones con el resto de las personas.

El vuelo es una de ellas; también las acrobacias en tela, la equitación y hasta el ciclismo. Y Philippe piensa conquistar todo. “En un mes, si Dios quiere, va a estar lista mi bicicleta. Ya tengo pensado el próximo desafío”, revela. No tiene movilidad de la cintura para abajo, pero sus brazos serán las piernas con las que hará rodar la bici.

“Ahora me pongo metas cortas. El accidente me mostró que había otra vida, cambiaron mis valores y la familia se convirtió en mi prioridad”, agrega. Philippe trabaja para una fundación y da charlas que sirven para animar, motivar y dar fuerzas. “Una vez leí que a veces la vida nos detiene los pies para que despleguemos las alas. Creo este fue mi caso, porque te puedo decir que ahora le saco el jugo a todo lo que se me pone en frente”.

Nuevos desafíos

Esta experiencia reforzó en el equipo de Bujazha las ganas de trabajar para que otros chicos en la misma condición que Philippe puedan volar y hasta convertirse en pilotos. “Hay equipamientos especiales que lo hacen posible”, aclara.

Mientras tanto, Philippe ya está concretando su próximo paso: tirarse en paracaídas. Lo hará desde una avioneta en Santiago del Estero. “Todavía estoy peleando con mi mamá, porque se preocupa. Pero le pedí que me bancara en esta, porque realmente lo quiero hacer”, cuenta. No sólo lo impulsa la adrenalina, sino también el deseo de reforzar la idea de que todo se puede. “Esa lesión medular fue el click para comenzar a vivir. Soy el mismo Phillipe, pero recargado -afirma. Una vez me dijeron que Dios elige a ciertas personas para que marquen un cambio. Eso me emociona”.