“No se puede querer ni preservar lo que no se conoce”, dice Juan Bautista García Posse con la mirada clavada en el Catálogo del Bicentenario. La investigación plasmada en el libro, un generoso volumen de 391 páginas, a color y con papel de muy buena calidad, le llevó alrededor de siete años. ¿Qué puede encontrarse allí? Una guía del patrimonio edilicio urbanístico de Tucumán. “No es un libro de arquitectura”, aclara Mercedes Aguirre, directora del área en el Ente de Cultura. Lo que se consigna es la situación catastral y dominial de los inmuebles amparados por el paraguas de la ley. Esos que no pueden tocarse sin pasar por el filtro de la Comisión de Patrimonio.
Una cosa es elaborar el listado de los edificios con valor histórico de la provincia. Otra muy distinta es conseguir los planos de esos inmuebles, los documentos que acreditan su origen; quién, cuándo y con qué propósito los donó, o cuándo y cómo fueron adquiridos; los boletos de compra-venta; los registros catastrales. Para García Posse la misión representó un peregrinaje por numerosas reparticiones públicas. En algunos casos debió sumergirse en los archivos (el General, el Histórico, el de la Legislatura), hasta dar con los antecedentes. Fue una misión extensa y compleja, para la que contó con el respaldo de directores y empleados que le abrieron todas las puertas necesarias.
El resultado de ese recorrido es el Catálogo, que no saldrá a la venta en formato de papel -los ejemplares serán destinados a las instituciones para consulta-, pero llegará al público por medio de un CD o de Internet, ya que todos los contenidos se colgarán en la web del Ente de Cultura. Al diseño gráfico lo realizó Humberto Salazar, y de la revisión y corrección de textos se encargó Carlos Piñero.
Cada inmueble recibió un tratamiento similar. Hay una página técnica que incluye los planos (el urbano o rural y el del edificio, en el caso de los que se conservaron) y la información del año de construcción, los responsables de la obra, la ubicación exacta (consignando latitud y longitud), las medidas, la identidad del propietario y los números de padrón. La otra página está dedicada a una breve reseña histórica del edificio, con fotos antiguas y actuales que retratan los cambios en las fachadas y el entorno.
Aguirre habla de “nuestra biblia” cuando se refiere a la Ley de Patrimonio. En ella está subrayada la necesidad de crear registros del patrimonio edilicio, así que fue un mandato el que los impulsó a poner manos a la obra. “Lo tomamos como una misión”, apunta. García Posse empezó a trabajar con el primer listado de inmuebles protegidos, a los que se agregaron el Jockey Club, la Iglesia de San Ramón Nonato (Amaicha del Valle), la Peña El Cardón, el teatro Mercedes Sosa, la Basílica de La Merced y el Liceo Militar.
El Catálogo es un muestrario preciso y bien documentado de la riqueza histórica tucumana. Figuran edificios emblemáticos, plazas y parques; escuelas, hospitales, conjuntos urbanos, ruinas arqueológicas, museos, bancos, seccionales de Policía, instalaciones fabriles, mercados, cementerios y estaciones del ferrocarril.
En algunos casos, reconstruir el derrotero dominial implicó un trabajo de orfebrería. García Posse pone como ejemplo el Colegio Nacional y la Escuela Mitre, cuyas escrituras no aparecían por ningún lado. “Pasa que a fines del siglo XIX y principios del XX algunas propiedades no se inscribían debidamente, por lo que carecían de dominio”, explica. En otros casos se topó con improlijidades históricas, como la indebida acreditación de las expropiaciones realizadas en el museo sanmartiniano de La Ramada. A partir del rastreo de los documentos la Dirección de Patrimonio estableció que el predio cuenta con tres hectáreas. En algunos casos la investigación nutrió a Catastro y al Registro Inmobiliario, de modo tal que cualquier resquicio que podía conspirar contra la intangibilidad de los edificios quedó obturado.
“Uno de los objetivos de este Catálogo es crear una conciencia acerca del valor de la conservación histórica”, sostiene Aguirre. “Por eso es imprescindible la difusión de nuestros inmuebles patrimoniales”, añade García Posse. “Creo que será la única obra de este tipo que verá la presente generación”, aporta Félix Herrero, director general de Catastro. Tres miradas que sostienen el valor de una publicación tan interesante como necesaria.