Por Alejandro Duchini - Para LA GACETA - Buenos Aires
- Hay quienes dicen que desde el Gobierno sólo se habla del pasado. ¿Usted qué cree?
- La Presidente habla de memoria pero está lejos de permanecer en el pasado. Del pasado lo que hace es forjarse una biografía que no tuvo. No fue militante política distinguida ni de segunda ni tercera fila. Fue una simpatizante política. Pero no veo fijación en el pasado. Más bien hace política en el absoluto presente. Todas las acusaciones de corrupción que tiene este gobierno no remiten al pasado. El hecho de que hayan cooptado a los organismos de Derechos Humanos no remite al pasado sino al presente. Quiere decir, usar en el presente aquello que puede servir del pasado. No diría que este gobierno es museográfico. De ninguna manera. Todo lo usa en el absoluto presente.
- ¿Y el futuro?
- Creo que las grandes tareas del futuro no fueron encaradas por este gobierno. Por ejemplo, no mantener en la pobreza a los pobres sino avanzar en un camino de mayor igualdad. Por otro lado, se necesita una reforma impositiva que este gobierno no encaró. Ni siquiera se discutió. Es un problema fundamental que tiene que ser tocado con urgencia. El otro punto que me parece fundamental es que se debe establecer un nuevo contrato, que lo tiene que hacer un gobierno con mucha autoridad y fuerza política, con apoyo ciudadano y de sindicatos, entre los servidores del Estado y el Estado. Eso redundará de manera inmediata en cuestiones educativas, de salud, etcétera. La otra cuestión es una discusión seria de relaciones entre Estado y mercado. Voy a dar un ejemplo, en el que venció el mercado y no el Estado. Tiene que ver con la educación. Son los días puente, pensados en función del mercado y del consumo y no en función del deber del Estado de garantizar la mayor cantidad y calidad de enseñanza a todos los chicos de Argentina. Quiere decir que el Estado interviene a favor del consumo y olvidando su deber principal, que es brindar el servicio público.
- ¿Cuál es el lugar de Argentina en el mundo?
- Pienso que es América del Sur y el Mercosur. También me parece correcto fortalecer Unasur. Esta fue la única política más o menos constante que se tuvo. Dentro de esta política, se pueden observar o criticar ciertas influencias del chavismo, incluso algunas secretas o desconocidas que son objetables. Si resulta cierta la influencia de Venezuela en el pacto con Irán, es objetable. Venezuela nunca le hizo la línea de política exterior a Chile, Brasil, Uruguay ni Bolivia. La política exterior argentina podría ser menos aventurera y más diversificada.
- ¿Cómo tomó las críticas hacia el fiscal Alberto Nisman sobre su vida privada?
- Hubo una asociación entre lo que fue una decisión del Gobierno, que fue ensuciar la figura de Nisman al meterse en su vida privada, vinculándolo con la prensa amarilla. El Gobierno tiró esa carne al asador, al periodismo, para que se filtre. Y cuando el periodismo la toma hay un público dispuesto a consumir ese material. Es lo habitual de la televisión. El Gobierno es culpable y responsable de difundir ese material fotográfico. Por otro lado hay una televisión que todos los días pone eso en pantalla, lo cual forma una costumbre televisiva. Se trata a la novia de un fiscal como a la de (Martín) Insaurralde o a la de (Martín) Redrado. Lo grave no es que Insaurralde o Redrado se muestren con sus novias. Lo grave es que fue el Gobierno el que tiró esa carne al periodismo.
Cultura, TV, diarios e internet
- ¿Cuánto marcó el kirchnerismo a la cultura?
- El kirchnerismo fue muy activo en las instituciones y acontecimientos de los organismos que podían funcionar en la organización de la cultura en cuanto a llevar a intelectuales, premiarlos con viajes, etcétera. Pero eso no es la cultura. El impacto que tuvo sobre la cultura fue la producción de contenidos audiovisuales, que ha sido muy alta y cuyas cuentas en pesos hay que revisar. Lo otro es la organización: creo que los cambios culturales nunca se miden por presidencias. Sí los cambios en la organización de la cultura, porque ahí lo que se hace es manejar dinero.
- ¿Qué opina de nuestra televisión?
- Me parece que hay una televisión de pésima calidad. Se observa en la construcción de un público que se desinteresa de una televisión más incorporada a las cuestiones de la vida para vivir de manera imaginaria las aventuras eróticas de cada una de las celebrities.
- Usted dijo que la imitaron muy bien en una cuenta falsa de Twitter. ¿Qué cree que es Twitter?
- Es un lugar muy activo políticamente, en el sentido de que allí se expresa una muestra interesante de aquellos a quienes les interesa la política, que creo es muy poca gente. Twitter es activo, a veces inteligente en la forma de expresión. Aparte están todos los políticos, con sus empleados que hacen los tuits. Existe además el mundo de los trolls. Uno muchas veces, leyendo Twitter, se da cuenta de que alguien leyó sólo la mitad de una nota, porque Twitter mete la urgencia de intervenir antes de terminar de leer o escuchar un programa. Por otro lado, es violento, machista, el tema de los comentarios (de las notas periodísticas). La violencia se focaliza muchas veces en mi condición de mujer. Pero la política argentina siempre tiene tonos altos. Twitter crea la necesidad de meter impacto en 140 caracteres. Entonces no se puede pedir un espacio de reflexión. Es un espacio de expresión. Nadie reflexiona. Se puede llevar a Twitter lo reflexionado, pero es básicamente un espacio expresivo.
- ¿Lee diarios en papel o en la web?
- Sigo leyendo diarios de papel. Uno al día, seguro. Sábados y domingos, tres: Perfil, Página/12 y La Nación. Y, naturalmente, de manera on line los demás. Si no, tendría que trabajar sólo para pagarme diarios. Vivo frente a una computadora, pero fui constituida sobre el diario de papel. Vengo de un mundo en el que el diario duraba al menos 24 horas. Mis diarios fueron El Mundo, muy modernizador; después La Opinión, Página/12 y una lectura permanente de La Nación, que se leía en mi casa. Leo mucha prensa extranjera.
- ¿Qué le da más confianza: la plataforma digital o la tradicional?
- Ante el diario en papel, una tiene la sensación de que hay una solidez de la fuente histórica. Nadie puede manipularlo, malinterpretarlo. Te da además una enorme familiaridad con las imágenes del pasado. Son sólidos como fuente histórica. Además, el papel está demostrando ser más indestructible con los bytes. Está la discusión sobre cuán indestructibles son nuestros archivos de Internet. Bibliotecas que se adelantaron a quemar papel digitalizando, hoy se dan cuenta de que cometieron un error. Entre ellas, la Británica. Tuvieron la fantasía de que en un determinado momento podrían sacarse el papel de encima.
- ¿En qué expresión del arte se siente más cómoda?
- Mi territorio de origen es la literatura. Creo que todo lo demás lo hago pisando siempre ese territorio de origen. Ahora, ¿dónde me siento más cómoda? Hay momentos en que una siente una relación de placer intensa con lo que hace. Trabajar con un músico, como hace dos años con Martín Bauer, me resultó una actividad en la que aprendía muchísimo, y por lo tanto fue extraordinariamente placentero. Esas cosas son regalos que me han caído al final de mi vida.
Su mundo
- ¿Me habla de su infancia?
- Vengo de una familia muy pendiente de mi educación. El paseo tenía que ser al Cabildo; otro a La Boca, porque estaban los cuadros de Quinquela Martín; el 20 de junio llevarle flores al general Belgrano. Todos paseos pedagógicos. Soy un producto de la educación. La pasé bien. No era una nena desdichada. Fue una infancia normal. Siempre en Buenos Aires y con largas vacaciones en la provincia de Córdoba.
- ¿Sigue disfrutando del tenis?
- Sigo disfrutando del tenis. Juego, mal, pero juego todavía. Miro tenis por televisión. Soy una absoluta fanática de (Roger) Federer. Me gusta de él la perfección y esa cuasidistancia que tiene con su propia perfección. Es decir, hay jugadores exitosos como (Novak) Djokovic o (Rafael) Nadal que son eficaces, pero que uno dice no tienen distancia entre su eficacia y su éxito. Federer tiene como una especie de distancia física con su propia perfección. Como los bailarines. Dicen que tiene entrenamiento de baile, que se ve en sus pies. ¿A quién no le gusta la volea de Federer?
- ¿Haría algún ensayo sobre tenis?
- No. Por una razón: sólo escribo sobre aquello que he leído. Puedo escribir mal o bien, equivocarme o no, pero lo hago con la conciencia de que no conozco sólo aquello que veo, sino también lo que leo sobre eso. Y sobre tenis, sobre deportes, no leo. Ya sería demasiada carga.
- ¿Qué libro suyo recomendaría a quien quiera conocerla más?
- Depende. Si el interés es literario, que lea Borges, un escritor en las orillas (Seix Barral). Si tiene interés más público, Escenas de la vida posmoderna (Siglo XXI). Y si me quieren conocer en términos más biográficos, Viajes – de la Amazonia a las Malvinas (Planeta), libro del que aprendí mucho escribiéndolo, casi tanto como viajando. Es un libro con una investigación invisible. Sólo que arriba tiene una historia de viajes.
- ¿Alguna vez escribirá una novela?
- No voy a escribir novela. No tengo novela que escribir. Ninguna. No me quedo con las ganas. No tengo borrador, plan, nada. No existe. Posiblemente haga un libro sobre lecturas, sobre cómo me impactaron algunos libros.
“Conmigo no, Barone”
- ¿Qué le dejó “conmigo no, Barone”?
- 678 no es un buen programa. Y ese en el que estuve fue singularmente malo porque todo el mundo me quería “acuchillar”. Y si todo el mundo lo único que quiere es “acuchillarte”, no puede salir nada bueno. Pepe Eliaschev me había recordado antes de ir que (Orlando) Barone había trabajado en medios de la dictadura. Y eso me sirvió y entonces salió aquello. Ellos tenían de mí una imagen equivocada, de intelectual demasiado académica. No (Ricardo) Forster, que me conoce. Los demás creían que soy una intelectual incapaz de decir “conmigo no, Barone”. Entonces creo que eso sucedió porque tenían una imagen equivocada de mí. Hay que saber con quién habla uno. No podían creer que hablaban con alguien de la clase alta cuando soy yo, que tengo calle, bar, que parar a alguien en seco es algo cotidiano.
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PERFIL
Nació en Buenos Aires, en 1942. Es periodista, escritora y ensayista. Ha ganado numerosos premios. Algunos de sus libros son El imperio de los sentimientos, La ciudad vista, Tiempo presente, La pasión y la excepción y, el más reciente, Viajes. Sobre su paso universitario por Filosofía y Letras, dice: “No sólo vale lo que se aprende en la universidad, que no fue tanto, porque fui mala estudiante. A una la va marcando también lo que se aprende después. Soy una persona tardía. Siempre hago tarde las cosas”.