Pensar que una película de animación está reservada sólo al mundo de los niños es limitar el género a los productos surgidos de la industria comercial cinematográfica norteamericana. “El viento se levanta” rompe ese esquema, de la mano del último gran creador de este estilo, el japonés Hayao Miyazaki.
Ganador del Oscar a la trayectoria en este año y del premio a la mejor película de animación en 2002, por su memorable “El viaje de Chihiro”, el director se despide del cine con esta producción que, a diferencia de otros filmes de su autoría, se basa en una historia real: Jiro Horikoshi, el diseñador del famoso avión caza Zero (oficialmente, el Mitsubishi A6M), protagonista esencial de la Segunda Guerra Mundial desde el ataque a Pearl Harbor.
Tal vez la limitación de contar la vida de un ingeniero en aerodinamia en un momento crítico de Japón y del mundo limitó al genial Miyazaki de alcanzar el vuelo de otras de sus películas, mucho más involucradas en el mundo onírico, en los personajes fantásticos y en el nutrido universo simbólico de su país (como “El viaje...”, “La princesa Mononoke” y “El castillo ambulante”). Esta vez, si bien reproduce exquisitamente la paleta de trazos, los colores y los diseños que los caracteriza, y le da espacio a los silencios, las emociones, las reflexiones y los sueños de los personajes en medio de la destrucción de su mundo circundante, todo está más constreñido y al servicio de la historia.
Sin embargo, no deja de ser una magnífica demostración del talento del director que anunció su despedida de los estudios con su undécima película “El viento se levanta. Hay que intentar vivir”, repite el personaje central varias veces en el filme. Y es el mensaje que deja el maestro del cine, ahora retirado.