César Brie mantiene una larga relación con Tucumán, que se remonta a la segunda mitad de la década del 80 cuando llegó a la provincia a dictar un curso de actuación teatral.
Venía de un lugar mítico para los teatristas de entonces: el danés Odin Theatre de Eugenio Barba, destino que lo acogió luego de que la dictadura militar desarticuló el grupo Comuna Baires que integró hasta 1975. En ese año partió a un largo exilio, que aún continúa aunque ahora quiera cerrarlo. Pasó primero por Italia, luego Dinamarca, después Bolivia (donde fundó el reconocido Teatro de los Andes, que condujo hasta que fue atacado por parapoliciales y tuvo que irse) y regresó a Italia, donde actualmente vive.
Su nombre aparece frecuentemente en la escena local, mayormente como autor prolífico de obras representadas y con más intermitencia en sus visitas como actor. “120 kilos de jazz”, “¿Te duele?” y “Sólo los giles mueren de amor” (a cargo de un elenco jujeño) son algunas de sus piezas que se vieron en los últimos dos años en los teatros tucumanos.
Brie nunca termina de irse ni de regresar a la Argentina, aunque en el diálogo que mantuvo con LA GACETA reconoce que cada vez piensa más en un retorno definitivo al país donde nació. Y entre sus planes firmes está volver a dictar cursos en Tucumán, con la idea de hacer coincidir su actividad con el bicentenario de la declaración de la Independencia argentina.
“La última vez que pasé por tu provincia fue hace dos años, con un unipersonal. Mi llegada a Tucumán en los 80 fue una experiencia importante, fue muy bello el taller dentro de la estructura de la Escuela de Teatro (de la Facultad de Artes de la UNT). Era mi primer trabajo serio en el país, y me permitió llegar a lugares de la región que no conocía. Me quedó en el corazón, y por eso quiero volver a dictar algún curso, no sólo a mostrar un espectáculo”, le dice a LA GACETA, en una entrevista, con un largo café de por medio.
- ¿Estás tratando de volver a radicarte en la Argentina?
- Estoy haciendo todo lo que puedo para retornar, porque no quiero vivir en Europa. Es mucho más atractiva la vida cultural argentina, acá tienen sentido para mí muchas cosas, como el trabajo que uno hace. También pesa el que tenga una cierta edad (cumplió 61 años el mes pasado) y no quiero que me llamen por teléfono para decirme que se me murió un hermano, sino que quiero estar a su lado en el ocaso de la vida de mis seres queridos.
- ¿Las novedades artísticas no pasan por Europa?
- No se puede generalizar, Europa no es Europa, son muchos países, como América Latina. Pero todo lo que me interesa de Europa está en sus márgenes, por lo que vale la pena volver de viejo de donde me fui de joven.
- Precisamente, muchas veces en tu vida trabajaste en los márgenes.
- Sí, es cierto, muchas veces. Italia está cerrándose sobre sí misma en lo artístico y en lo social, y verdaderamente temo por Europa. Hay una crisis económica muy grande y sin salida, porque las que se proponen son dentro del sistema y con mayor exclusión. Se desencadenan frustraciones y odios, hay fracasos y se cierran industrias. Está yendo lentamente hacia una guerra, quizás no sea global, pero poco a poco va explotando. Fijate lo que ocurre entre Ucrania y Rusia, donde el enfrentamiento es brutal por una exportación bélica que hizo el imperio para tratar de conquistar un nuevo mercado comercial.
- Tu teatro siempre fue social y político.
- No defino mi teatro, me lo define las realidades que vivo. Con un amigo escritor estamos trabajando un texto sobre otro fenómeno muy fuerte, que es el de los jóvenes que se vuelven islámicos y se vinculan a algún grupo radical, cuando el Islam es una religión más tolerante que la católica en muchos campos.
- ¿Está volviendo el teatro de contenido político a los escenarios de la Argentina, luego de la ausencia del género en los 90?
- Hubo una liberación de la ideología por parte de los dramaturgos de la década del 90, que era imprescindible. La herencia de la derrota de nuestra generación los llevó a desinteresarse de la escritura política en esos años y a dedicarse a otros temas mucho más fértiles. Luego lo hacen entrar por la puerta, más maduros. Tienen una visión muy rica y responsable del país, que se refleja de un modo altamente creativo.
- ¿Sentís cambiado al país?
- Sí, mucho y para mejor respecto a lo que dejó Carlos Menem y Fernando De la Rúa. Es una lucha difícil y ardua y parece que el destino de nuestros países es sólo ser productores de materias primas. Está muy bien que se reúnan los países latinoamericanos para crear un polo diferente, que incluya la circulación de ideas y de culturas. Argentina, en sí misma, es un crisol de culturas y de experiencias, es un país de inmigrantes donde te encontrás con el indígena y con el hijo de alemanes.
- ¿Qué nos falta alcanzar como país?
- Creo que hay mucho por hacer todavía para encontrarse en el terreno de la Justicia, de la dignidad y de los recursos sociales. Hay modelos económicos que tratan de preservar sus privilegios incluso a través de la violencia, hay que combatir a la corrupción y a los caudillos, y desarmar los grandes latifundios, que no existen ni en un país capitalista como Italia. La Patagonia está en manos de los nuevos ricos, muchos del exterior. La producción debe ir de la mano de calidad de vida, y no se pueden generar recursos con la venenosa minería a cielo abierto. Una economía no se puede sostener sobre la muerte. Pero se ha vuelto a encontrar en lo cultural, mejoró mucho la educación y la atención de la salud, y desarrolló una mentalidad democrática que antes no existía. Los Estados deben ser más fuertes en la intervención económica.