El jesuita tucumano Diego León de Villafañe, en una carta a su amigo de Córdoba, don Ambrosio Funes, le describía de oídas, el 3 de marzo de 1813, la batalla de Salta librada dos semanas antes. El historiador Guillermo Furlong ha publicado extractos de la misiva, fechada en Tucumán, en su trabajo “Diego León Villafañe y su ‘Batalla de Tucumán’ (1812)”.

“Tristán no sabía que nuestro ejército iba contra él, y que este estuvo dos días una legua distante de Salta, y en Salta esto se ignoraba”, narraba Villafañe. “Parecía un arrojo de nuestro General Belgrano el caminar contra Salta en la estación presente y cuando se jugaba el enemigo con fuerzas superiores, y se juzgaba que acaso habría un concierto oculto entre los dos Generales opuestos”.

El párrafo revela que, como el jefe realista Pío Tristán y Belgrano se conocían desde años atrás, la maledicencia no dejaba de hacer correr rumores insidiosos sobre esa relación. “No se dudaba que si venían a las manos los dos ejércitos, habría mucha efusión de sangre”, apuntaba Villafañe.

En efecto, “mucha sangre se ha derramado de una y otra parte; y de los nuestros han quedado muertos en la acción muchos oficiales, y los heridos son muchísimos, según dicen. Qué sensación hará este triunfo de nuestras armas de Potosí adelante, el tiempo lo descubrirá. Tristán vuelve con las manos vacías y despojado y atadas las manos con el juramento de no tomar las armas contra nosotros”.

Agregaba que Belgrano se había mostrado “muy religioso en las plegarias a que asistió, hechas por la felicidad de nuestras armas. Él se ha armado con el escapulario de Nuestra Señora de Mercedes, e hizo así armar a muchos de sus soldados”.