La incertidumbre y hasta una cierta desidia parecen dominar las reparticiones artísticas oficiales.

Las elecciones dentro de pocos meses anticipan cambios, no tanto de políticas como cabría esperar, pero sí de funcionarios, lo que no es poco, si se considera que prevalecen, por lo general, los gustos y preferencias de los directores y titulares en esas dependencias. Los funcionarios de primera y segunda jerarquía están pensando en sus despedidas más que en continuar o mejorar los programas. Y también en quiénes serán sus sucesores y si revisarán algunos de los compromisos adquiridos.

“El Espacio Incaa Tucumán es una promesa mil veces formulada y jamás concretada”, afirma Guillermo Monti en su columna de ayer, dando cuenta del impasse que se vive en el área.

Si por un lado, el presidente del Ente Cultural, Mauricio Guzman, informó que eventos como Tucumán Cine y la nueva edición del Septiembre Musical se adelantarán, abril comienza pasado mañana, y el Teatro Estable no anunció aún su temporada (excepto la reposición de la obra “Madre Coraje”, que se estrenó el año pasado). Ni lejos podrá cumplirse con aquella programación (no escrita), que incluía cuatro y hasta cinco estrenos al año.

Además, el adelantamiento de estas actividades deberá ser coordinado oportunamente para que no se superpongan con el Julio Cultural Universitario.

La magnitud de todo este proceso que está en juego se toma cuando se recuerda que esta gestión en el Ente Cultural lleva más de una década de gestión, y ha sobrevivido las críticas de todo tipo que se le han hecho.

En la Universidad Nacional de Tucumán, el otro gran polo por el cual se desarrolla lo artístico, no se vive, ciertamente, la inmediatez de un cambio de sus autoridades. Pero las aguas tampoco están calmas; los cambios en el gobierno provincial terminarán afectando de un modo u otro, habida cuenta que, todo un sector del alperovichismo, está estacionado en la Secretaría de Extensión de la UNT, secretaría de la que dependen los sectores vinculados a la producción artística, precisamente.

Una deuda que la UNT debería liquidar en breve es con el estado de algunos de sus edificios. En la última sala del MUNT, por ejemplo, todo el parquet está levantado, lo que hace difícil caminar sobre él; y en el Centro Cultural Virla, la humedad - más que evidente, a pesar de los esfuerzos de sus empleados-, es apenas un signo de las tormentas en algunas de sus paredes, y de la falta de un adecuado mantenimiento.

La respuesta, casi siempre, es la falta de presupuesto y la dependencia de las partidas nacionales.

Pero debería ser hora que los recursos se destinen prioritariamente a cuidar todo lo que la UNT exhibe ante los tucumanos y no solo a la comunidad universitaria.