En clave política, el juego sigue y los dados ruedan. Mientras los operadores de la Casa Rosada se ocupan de diluir, día a día, el caso Nisman, su grave denuncia del eventual contubernio kirchnerista con Irán y los motivos de su muerte -y lo hacen con bajezas personales, manoseo mediático y operaciones sobre la Justicia-, Cristina Fernández trabaja mirando a octubre, conocedora como pocos de las debilidades individualistas de la sociedad. Así, la Presidenta apunta a meterle miedo a una ciudadanía que se encandila con los logros personales y que parece incapaz de poner en el platillo del debe, no sólo las distorsiones económicas de un modelo más que agotado, sino los graves pasivos sociales que ha dejado acumular el Gobierno de modo irresponsable: la marginalidad, el avance imparable de la droga y la inseguridad, todos fenómenos asociados.
En tanto, en el juego de la Oca electoral de los últimos días, Mauricio Macri acaba de adelantar cuatro casilleros, que se combinan con algunos retrocesos de Sergio Massa y de Daniel Scioli que han empezado a marcar, a cuatro meses y medio de las PASO y a casi siete de las generales, que por estas horas existe alguna inercia ganadora para el PRO. Esta es la foto de hoy, tan fugaz como el humor de los argentinos.
A la incorporación de la figura de Carlos Reutemann a las filas de quienes buscan una alternativa más republicana de gobierno, el jefe de Gobierno porteño le sumó como segundo hito el apoyo que consiguió la semana pasada el titular de la UCR, Ernesto Sanz en la Convención de su partido en el mismo sentido, para ir a una compulsa dentro de la misma interna.
Lo interesante del caso es que espacios importantes de las dos corrientes nacionales y populares de la Argentina, ambas estatistas de corazón, están privilegiando cuestiones institucionales que los encolumnan con un partido nuevo, cuyos postulados son de complemento a la fuerza que suele tener el sector privado cuando le sacan de encima la pata del Estado.
Si la fórmula del PRO ganara las PASO, la doble jugada política le ha permitido a Macri consolidar la provincia de Santa Fe, hacer pie entre los chacareros de la Pampa Húmeda, sobre todo en el interior de la provincia de Buenos Aires y comprar estructuras consolidadas en muchas provincias, ya que la UCR calcula que llegará a tener ocho o nueve gobernadores propios y cientos de intendentes, incluso en aquellos distritos donde existen acuerdos con el Frente Renovador.
Ya desde la discusión mediática y en materia económica, la tercera casilla hacia adelante también la ocupó Macri con oportunismo político, cuando dijo que el 11 de diciembre se terminará el cepo cambiario. Es verdad que en el tema de los ajustes que vendrán habrá que tomar muchas medidas, algunas bastante graves de carácter fiscal sobre todo, pero la discusión derivada de que si se restaura la confianza todo se puede, obligó al Gobierno a balbucear respuestas más de ocasión que de técnica económica. No todo es tan mágico y no es cierto que con certidumbre únicamente van a llover los dólares, pero tampoco todo será tan caótico como pronosticó el Gobierno en cuanto a que se volverá a la política de endeudamiento.
Gol extra para Macri
Políticamente, definir el tema fue un gol extra para Macri, aunque haya habido reparos desde afuera y sobre todo desde adentro. Cualquier fuerza que acceda al Gobierno en reemplazo del actual, debería dejar en claro si va a tomar todas las medidas (incluidas las fiscales y las monetarias) de una sola vez (shock) o por etapas y desde la técnica cambiaria, en especial el PRO, deberá decir si habrá desdoblamiento de mercado o libre acceso de compradores y vendedores.
El cuarto ítem ganador de la semana que vivió Macri le demostró a él, a los observadores y a quienes siempre votan a ganador que el establishment está dispuesto a acompañar.
Efectivamente, la cena para reunir fondos para la campaña fue un gran éxito. El PRO embolsó unos $120 millones, producto de haber vendido unas 250 mesas de 10 comensales, a 50 mil pesos la silla, pero también quedó claro que en el mundo empresario nadie quiso quedarse afuera, aunque las cabezas de los holdings no se hayan mostrado. Por el lado de Massa, cada una de estas movidas de su rival porteño fueron puñaladas para el entramado que él imaginaba después de su performance de 2013. Si bien él podría ser el más beneficiado si llegara a la instancia del balotaje (probablemente contra Scioli lo votaría el antiperonismo y contra Macri los peronistas), lo interesante es que hoy se lo observa en tercer lugar, y lejos de la oportunidad de la segunda vuelta. El entorno massista diagrama una contraofensiva, en base a la capacidad de los equipos que acompañarán al candidato en un eventual gobierno. Ya desde el ala económica le retrucaron a Macri la cuestión del cepo, aunque cuidándose de no ponerse en contra al electorado que siempre quiere escuchar la música que le suena mejor.
Como hombre de la provincia de Buenos Aires, Massa muestra su mejor inserción en ese territorio y desde allí pretende relanzarse hacia todo el país, pero en ese distrito tiene demasiados precandidatos a la gobernación, por lo que las internas están a la orden del día. Sus armadores políticos le han prometido acotar la cuestión, para darle aire a la tarea que le aguarda de aquí en más en provincias donde no le va del todo bien.
Dependencia cristinista
El otro candidato que tiene una muy importante intención de voto, que hoy lo está llevando a una segunda vuelta, es Daniel Scioli, sobre todo por el apoyo que tiene de los gobernadores peronistas. Sin embargo, el principal problema que padece el mandatario bonaerense es que su futuro es inescindible de la voluntad de la Presidenta. Cristina es quien decide todo y ya ha decidido que el ministro Florencio Randazzo sea precandidato y que lo enfrente a Scioli en las internas; que el diputado Julián Domínguez se baje de la carrera presidencial y que sea candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, y que las listas de diputados nacionales y provinciales pasarán por sus manos, ya que busca poner de modo preferente camporistas que armen una task force legislativa.
Hasta ahora, no hay ninguna referencia de que Scioli haya participado de ninguna de esas movidas. Es más, del dedazo a favor de Domínguez, el gobernador se enteró estando en Francia. Fue muy sugerente el modo en que el diputado Carlos Kunkel le marcó la cancha con unas declaraciones que en La Plata no gustaron nada, porque saben que cuando habla Kunkel, habla la Presidenta. Según el legislador, para las internas del Frente para la Victoria habrá dos fórmulas a gobernador y dos a presidente con “una lista kirchnerista más ortodoxa, la nuestra y otra peronista, con matices liberales moderados, la de Scioli, claro”.
Scioli sólo pudo arrimar el retorno de Martín Insaurralde. Apenas se conoció la novedad, desde el riñón del sciolismo salieron a proclamar que la “polarización” Scioli-Macri era un hecho, envalentonados no tanto por la vuelta del hijo pródigo, sino porque los mandatarios provinciales y los intendentes del Conurbano están planteando también la dualidad cristinismo-peronismo, y porque una encuesta que se conocerá en unas horas muestra hoy al gobernador ganando en la interna frente a Randazzo 25% a 10%, y arriba de Macri en la general. Ese mismo relevamiento marca algo que la Presidenta se ocupó de adelantar en su alocución del viernes desde El Calafate, a la hora de culpar de los males de su Gobierno, por supuesto, a los medios, y comparando su devenir con los bombardeos a la Plaza de Mayo de junio de 1955: “bombardeados mediáticamente, todo el día picándote la cabeza, haciéndote creer que lo que estás viendo no existe, haciéndote creer que el país es un desastre...”.
En efecto, la encuesta señala que 36% opina que la situación general de la Argentina es “mala”, 37% “regular y sólo 27% que es “buena”; en tanto, la evaluación de la situación económica personal indica 15%, 42% y 42% para las mismas calificaciones, lo que deja para reflexionar el poco apego que tiene la sociedad hacia las cuestiones que no pasen por el bolsillo.
Recuperada una vez más del daño de imagen que le provocó el efecto de la muerte de Alberto Nisman y con renovadas energías, este argumento le dio a Cristina fuerza para volver a poner la campaña en el centro de la escena: “No te van a poder hacer olvidar que con este gobierno...”.
Pese al desgaste político y a los temas judiciales que la acosan, por su vocación por el poder y por el conocimiento de las reacciones colectivas ella sabe más que nadie, también por aquello del “tantas veces me mataron, tantas veces me morí”, que lo que está ocurriendo hoy en materia electoral es provisorio de toda provisoriedad.