Se abrió paso en medio de una multitud que la esperaba, emocionada, a las puertas de la basílica de Nuestra Señora de Luján. Eran las 9.17 de ayer cuando la italiana Emma Moroncini, de 91 años, llegó a su meta después de 82 días de caminar bajo el sol y la lluvia. Tuvo caídas, se deshidrató, se descompensó, se cayó y se cortó la cara y se golpeó el brazo, pero las ansias de conocer el rostro de la imagen venerada por el papa Francisco, la volvieron a poner de pie. Su misión está cumplida. Porque su hazaña oxigenó la fe de miles de fieles que la acompañaron en distintos tramos de su largo trayecto desde la capital tucumana, donde comenzó su travesía, hasta Luján. Pero sobre todo, maravilló a los tucumanos que la vieron partir, hace ya dos meses y medio, entre la preocupación por su salud y la incredulidad porque no imaginaron que la frágil anciana podría llegar a caminar 1.200 kilómetros.

Su paso por Tucumán
Sara Paz de Vargiu
mira por televisión la llegada de Emma a Luján y le saltan las lágrimas. Le parece increíble que sea la misma abuela que el 2 de enero trajo un patrullero de la policía a la sede del Círculo Sardo, de Crisóstomo Alvarez 1236. “La hemos encontrado caminando sola por la ruta, frente al Mercofrut. No sabemos lo que dice porque habla en italiano, no le entendemos nada”, explicó un agente. “Desde la Jefatura nos mandaron para acá para que nos traduzcan qué es lo dice”, contó. Al lado del uniformado había una pequeña anciana con chaleco anaranjado y un pañuelo con la imagen de la Virgen de Luján. Sólo llevaba una maleta y un paraguas en un carrito. “Sin duda ella estaba un poco molesta. Dijo que era la primera vez que no la dejaban seguir. Mi marido (Vittorio Vargiu, consultor de la región autónoma de Cerdeña) habló con ella. Le dijo que quería llegar el santuario de la Virgen de Luján, de la que es devoto el papa Francisco. Le contó que ya había hecho peregrinaciones por México, Perú, Brasil y Polonia y que nunca le había pasado nada malo ni le habían hecho problema como aquí”, recuerda Sara.

“Con mi esposo tratábamos de disuadirla, pero ella no quería saber nada. Yo misma recuerdo que le dije: ‘usted se tendría que haber ido a Luján desde Buenos Aires y no venirse hasta aquí’. - ‘Pero yo tengo que caminar 1.200 kilómetros por los jóvenes y por la paz del mundo’, me contestó”.

Para que los tucumanos se quedaran tranquilos Emma les dijo: “si quieren hablen con mi sobrino, él les va a contar sobre mí”.

Entonces partieron al locutorio Vittorio, los policías y la anciana. Del otro lado de la línea, en Módena, Italia, la voz de un joven -su sobrino, porque Emma es soltera- ratificó que su tía “está acostumbrada a caminar cientos de kilómetros por los santuarios del mundo”.

Sara hizo un último esfuerzo para detenerla: “mire que es muy peligroso, ¿y si le quieren hacer algo para quitarle esa hermosa valija que lleva?”. “-A mi edad, eso ya no importa, sólo quiero caminar hacia Luján aunque sea lo último que haga en mi vida”, le respondió.

Sin lograr persuadirla, los tucumanos no tuvieron más remedio que dejar a la abuela en la ruta para que siguiera su camino. Pero antes se aseguraron de que la policía la acompañara hasta el límite con Santiago del Estero y desde ahí se avisara a las autoridades locales para que hicieran lo mismo hasta que llegara a la próxima provincia, y así sucesivamente. Lo demás ya es conocido por todos. En cada pueblo se le sumaba un grupo de peregrinos que la acompañaba hasta el siguiente pueblo. Cada jurisdicción la apoyaba con asistencia médica. En algunos tramos, cuando sus piernas ya no daban más, y estaban a punto de doblarse, una ambulancia la auxiliaba. Por la noche, dormía donde le daban alojamiento, a veces un hogar o un convento. Comía lo que la gente le acercaba.

La figura de Emma, enfermera de profesión, fue creciendo a lo largo de las rutas argentinas, de tal suerte que la anciana que vivía de la caridad fue transformándose en una figura pública. Su facebook llegó a tener 42.000 “me gusta”. A medida que llegaba a Buenos Aires, ya no sólo eran los devotos los que salían a recibirla a la ruta, con imágenes de la Virgen, sino también intendentes, concejales y las autoridades de cada pueblo.

Al llegar a la Basílica donde la esperaba una multitud, el padre Daniel Blanchoud ofició una misa para ella, en acción de gracias. Y el intendente de Luján, Oscar Luciani, la nombró “ciudadana ilustre” en mérito a su esfuerzo. Según la agencia Telam, Emma volverá a Italia el 26 de este mes porque el 22 de abril la espera el Papa Francisco para recibirla en el Vaticano. Ella no había gestionado esa audiencia, pero él se la concedió cuando se enteró de su testimonio de fe, a lo largo del país.

¿Por qué el santuario de Nuestra Señora de Luján?

Nuestra Señora de Luján es la patrona de la Argentina. Pero también de las rutas argentinas, de la Policía Federal, de los Ferrocarriles Argentinos y de varios países de Latinoamérica. Es venerada en la basílica que lleva su nombre, en Buenos Aires, y su fiesta es el 8 de mayo. A ella acuden en peregrinación fieles de todo el país. El papa Francisco es un confeso devoto de Nuestra Señora de Luján.

La imagen representa a la Inmaculada Concepción. Su historia se remonta al siglo XVII, cuando se produjo el milagro que le dio origen a la advocación.

Cuenta la tradición que en cercanías del río Luján en 1630, un hacendado portugués, Antonio Farías Sáa, radicado en Sumampa (actual Santiago del Estero), quiso erigir en su estancia una capilla en honor de la Virgen. Pidió a un compatriota suyo que le enviara una imagen de la Inmaculada Concepción. Su amigo le envió dos imágenes que llegaron al puerto de Buenos Aires. El traslado continuó por tierra en una carreta. Al tercer día de viaje, la caravana se detuvo en el paraje de Zelaya, para pasar la noche en la Estancia de Rosendo de Trigueros. Al día siguiente, ya dispuestos a continuar los bueyes no consiguieron mover la carreta. Después de intentos fallidos, bajaron uno de los cajones y los bueyes caminaron. Intrigados, abrieron el cajón y encontraron una pequeña de arcilla cocida. Desde entonces la imagen quedó en la localidad de Zelaya, donde se levantó el santuario. La segunda imagen llegó a destino, es Nuestra Señora de la Consolación de Sumampa.