MAASTRICHT.- Las crisis van y vienen, pero los grandes maestros permanecen. Lo que ocurra en el mundo es de segundo orden en el microcosmos de pasillos decorados con flores de la feria de arte TEFAF, en la localidad holandesa de Maastricht. A quien compra aquí, en la feria más importante del mundo de arte y antigüedades, no le afectan los ciclos económicos. Y tampoco busca sacar grandes beneficios, sino una inversión segura. Mientras no caiga en una falsificación, poco puede ir mal con el arte clásico. No hay grandes márgenes de ganancias, pero tampoco sorpresas desagradables, pues generaciones de historiadores del arte ya han avalado las piezas. Un verdadero van Gogh no pierde precio. Y estos días se podrá adquirir uno, la maravillosa acuarela “El molino de Alphonse Daudet en Fontevielle”, que encaja perfectamente en cualquier salón. ¿Su precio? “Bah, sobre los diez millones. Diez millones de dólares”.

Junto a la obra de van Gogh se puede ver un Von Dickinson en marco dorado, así como un enorme cuadro de temática marina de Willem van de Velde. Todo expuesto maravillosamente para una clientela que justo ahora -según apuntan las cifras- está más animada a hacer compras. Un estudio de TEFAF señala que el mercado mundial del arte logró el año pasado una volumen récord de negocio al situarse en los 51.000 millones de euros (alrededor de U$S 54.000 millones).

¿Qué hacer con el dinero? Las acciones han llegado a sus máximos de cotización y el euro no deja de bajar.

Los marchantes que exponen en Maastricht son los grandes rivales de las bolsas de valores y su punto fuerte lo constituye la relación forjada a menudo durante años con una familia de coleccionistas. Puede que durante mucho tiempo no sepan uno del otro, pero cuando muere el padre o se divorcia la pareja, se dirigen a su marchante de confianza para colocar alguna que otra pieza con discreción y de forma satisfactoria.

Los marchantes tienen que ver sobre todo con clientes que no están formados en historia del arte o alguna de las disciplinas de humanidades, sino empresariales. De lo contrario, no tendrían el dinero para comparar en esta feria (con una excepción: los herederos). La mayoría de ellos son gente del mundo de la economía a los que hay que introducir poco a poco en el arte.

Un código de honor

Como los coleccionistas parecen actualmente insaciables, se plantea la cuestión de si también puede llegar a las galerías arte robado de territorios en conflicto como Siria o Irak. La TEFAF (allí exponen y comercializan obras 275 de las principales galerías del mundo de 20 países) recuerda que los marchantes se comprometieron ya en los años 90 a respetar un código de honor que contempla una política estricta para demostrar el origen de la pieza. Hasta la fecha no se ha ofrecido nada robado a los comerciantes serios. “Eso aquí no tiene mercado, no lo quiere nadie”, se dijo.

Acerca de si este año vendrán muchos griegos es otro de los temas que se comenta pero tampoco resulta determinante. La feria tiene su clientela y este año parece que también será considerable. Y como dijo recientemente un conocido marchante, no se trata de lo que ocurra en el mundo. “Se trata de que alguien vea de repente un cuadro y exclame: “Me gusta”. Eso es todo.