Buscó a su hijo con desesperación durante dos días, sin saber que había sido aprehendido por la Policía, acusado de atentado y resistencia a la autoridad. Pero el joven tiene una discapacidad y no debió ser enviado a una comisaría, sino a una institución acorde a su condición.
Carlos A. tiene 20 años de edad, pero piensa como un chico de 12, debido a que padece retraso madurativo. Su padre, Carlos E., contó que el joven salió de su casa el martes 3 de marzo a la tarde. “Mi hijo viajaba en colectivo a Tafí Viejo. Pero cuando pasó por la avenida Salta, a la altura de calle Bolivia, vio que algo pasaba y se bajó para curiosear”, relató el hombre.
En ese momento se habían producido una serie de incidentes en esa esquina, que derivó en un enfrentamiento entre delincuentes y policías. Ese día había llovido mucho y un grupo de personas había aprovechado que la calle estaba inundada para acercarse a los automovilistas y, con la falsa intención de ayudarlos, les robaban sus pertenencias.
Cuando intervino personal del Sistema de Emergencias 911, los delincuentes respondieron con pedradas. La trifulca terminó con ocho aprehendidos y tres policías heridos, además de varios patrulleros rotos. En ese contexto había sido aprehendido también Carlos A.
“A la noche, como mi hijo no había vuelto a la casa, salí a buscarlo”, explicó su padre. El hombre recorrió cada uno de los hospitales de la capital, con la idea de que tal vez su hijo se había descompensado en algún lugar o había sufrido un accidente. Pero no lo encontró. Entonces se acercó a la seccional 1ª, donde tampoco estaba. “Lo busqué toda la noche”, relató el hombre.
A la mañana siguiente, Carlos E. se acercó a la seccional 6ª, que es la comisaría de su barrio. Allí denunció que su hijo estaba desaparecido y los policías enviaron una circular con los datos del joven para solicitar su paradero. Sin embargo, ese día tampoco tuvo noticias de su hijo.
Recién el jueves, dos días después, Carlos E. pudo respirar en paz. Fue cuando uno de los detenidos de la seccional 7ª le envió una carta a la familia para avisarles que el joven estaba alojado en el calabozo de esa comisaría.
“Fui a la 7ª y llevé los papeles que certificaban la discapacidad de mi hijo. El jefe de la comisaría me dijo que él no podía estar detenido ahí y se comunicó con la gente del 911 para que pidan que lo suelten”, contó Carlos E.
Según dijo el hombre, el joven no sólo fue aprehendido de manera injusta sino que además había sido golpeado por los policías. “Mi hijo me contó que le pegaron, tenía los ojos hinchados y morados”, aseguró.
Cuando el fiscal de Instrucción de la IV° Nominación Diego López Ávila recibió la documentación de Carlos A., ordenó su inmediata libertad. El joven regresó a su casa recién el viernes, tres días después de haber sido aprehendido.