Como cualquier grupo de amigos, el plantel de Atlético deambula desde la semana pasada, por cuanta canchita de fútbol 5 se topen. Primero fue en las que inauguró el club el año pasado en el complejo Ojo de Agua. Luego improvisó una en el galpón que aloja el centro de tenis de mesa en el estadio. El lunes, probó suerte en el predio techado de San Martín y Viamonte mientras que ayer se fue hasta otro, en el Camino de Sirga, junto a un country.

Como seguramente sucede con la mayoría de los grupos, la convocatoria es por Whatsapp, ese servicio de mensajería que funciona a través de internet. “Si perdiste el teléfono no vas a llegar a entrenar”, dice un integrante de la delegación y tiene razón.

La lluvia viene obligando al cuerpo técnico a elegir la sede con muy poca antelación y dependiendo de lo que venga del cielo. El celular es imprescindible para enterarse de los cambios.

Ayer, la cancha del complejo Ojo de Agua tampoco estaba en condiciones y Juan Manuel Azconzábal optó por las canchas de Yerba Buena. Allí apareció nuevamente algo del espíritu amateur: en sus propios autos, los jugadores partieron a las canchitas donde los esperaba uno de los protagonistas de la semana: el césped sintético.

Protagonista no sólo por las veces a la que tuvo que recurrir ya el “decano” sino por el partido de River por Libertadores ante Juan Aurich. El equipo peruano tiene superficie artificial en su estadio, algo que es común en ciertos países como EE.UU., pero no en Argentina.

“No es lo ideal por el tema de las articulaciones, la rodilla. Hasta el pique de la pelota es distinto pero tenemos un lugar para entrenar”, analiza Cristian Lucchetti.

Está claro que por esas diferencias, la preparación nunca será la misma y siempre será mucho mejor llevarla a cabo en césped natural, pero Lucchetti y compañía intentan tomárselo con soda.

“La realidad es que hay que ponerle onda. Con seriedad y profesionalismo pero con onda. No hay otra manera de entrenar que no sea esta”, dice Cristian Menéndez.

Para el delantero y la gran mayoría del plantel, jugar al “fútbol 5” es volver varios años atrás, cuando no había dinero en juego. “En Mar del Plata tenía mi equipo y jugaba por el asado contra el de mi hermano Fabián y en las vacaciones lo sigo haciendo. Hay que tomarlo como algo distinto, que nunca viene mal”, agregó el 11.

El césped sintético también le devuelve el pasado a Emanuel Molina, aunque más que por su juventud, es por su experiencia en Colombia. El volante, jugando para Deportivo Pasto, disputó un partido oficial en el estadio “Alfonso López”, casa de Atlético Bucaramanga, el primero oficial de ese país que consiguió la autorización de FIFA. “Es totalmente diferente pero tenemos que adaptarnos”, admitió Molina.

Y con la lluvia dominando la escena, adaptarse es justamente eso que ha venido haciendo Atlético en los últimos días.