La naturaleza se ensañó con Tucumán. Duele la inundación. Todo es poco y mucho es insuficiente para calmar a aquellas familias que lo perdieron todo; absolutamente todo. El agua arrastró viviendas y pueblos enteros. Sin embargo, desde aquel nefasto viernes de tormentas, truenos y relámpagos, la solidaridad se fortaleció. Porque al meteoro lo padecimos todos. Y rezamos. Canales desbordados; ríos embravecidos; calles anegadas y esa sensación de impotencia que deja como estela el fenómeno climático.

Esta realidad hizo envejecer de golpe a una gestión que se va. El rostro de José Alperovich ha descripto lo que siente el poder, el desgaste natural de los años pasados al frente de la conducción institucional de la provincia. “En los momentos malos hay que dar la cara y estar junto a la gente, como lo hicimos los funcionarios del gobierno recorriendo las zonas afectadas y llevando la ayuda necesaria”, contestó ayer al evaluar la situación en la provincia.

La historia dirá si su administración hizo o no lo correcto en materia de política hídrica, de prevención de inundaciones. Es hora de la acción colectiva, más que de las evaluaciones aisladas (esas son necesarias, pero deberían esperar hasta que se calmen las aguas). Lo ideal hubiese sido que los políticos dejaran de lado sus diferencias electorales y se pusieran, codo a codo, a trabajar por sacar, lo más rápido posible de esta situación, a cientos de familias tucumanas que están bajo el agua. Por ejemplo, que la Casa de Gobierno los convocara a formar parte de un comité de crisis o que, por decisión propia, los dirigentes de la oposición se acercaran a brindar sus ideas y sus planes. Todo suma al bien común. Sería una manera de demostrar madurez política en tiempos de crisis.

La tragedia, en definitiva, no tiene padres. Nadie se hará cargo de un fenómeno natural. Pero, ¿acaso no sería saludable para todos una imagen donde referentes de distintos sectores trabajen en conjunto frente a un grave problema? La población ha demostrado que sí, que puede colaborar con aquellos que hoy la pasan mal y que no espera otra retribución que las gracias de los hermanos damnificados. La solidaridad no tiene apellido. Es anónima. Es lo que mantiene la luz de esperanza a cientos de familias tucumanas que no pueden reponerse de la inundación.

No es hora de buscar votos; es el tiempo de dejar de lado los afiches, las reuniones proselitistas y las internas partidarias.

Mientras tanto, el agua sigue amenazante. Hay funcionarios que se instalaron en la zona inundada, como también dirigentes que impulsan campañas solidarias. En muchos casos, planes aislados.

“No vamos a escatimar en gastos; sólo hace falta coordinar el trabajo para que la ayuda llegue lo más rápido posible a quienes la necesitan”, comentó ayer un funcionario de la Casa de Gobierno. En la sede del Poder Ejecutivo creen que la próxima semana habrá una evaluación económica respecto de cuánto costará reparar lo destruido por las tormentas. Será una inversión millonaria que trascenderá la gestión Alperovich y que deberá ser tenida en cuenta por el que lo suceda. Por ahora, bajo el amparo de la Ley de Emergencia, el Ejecutivo está adquiriendo materiales, alimentos y todo lo que se requiere para atender la urgencia. De esta manera, se aceleran los pasos administrativos con el fin de que los elementos lleguen rápidamente a los lugares más afectados.

“Una vez que solucionemos la urgencia nos vamos a dedicar a ver todo lo que se ha destruido y empezaremos a trabajar para reconstruirlo”, manifestó ayer Alperovich. La transición obliga a sumar más voces porque ese proceso de reconstrucción tal vez demande años de obras.

Algunos colaboradores del gobernador miran otra faceta preocupante de este tipo de fenómeno natural: las consecuencias en la salud de la población que, generalmente, deja la lluvia y la humedad. Es allí donde debe estar puesto el foco de atención del área de salud pública, para prevenir la proliferación de enfermedades. Tal vez esa sea la próxima materia que deban rendir esta y la próxima gestión.