Marcelo Romero - Fiscal de la provincia de Buenos Aires
BUENOS AIRES.- El Gobierno no descansa ni un minuto cuando de atacar a quienes piensan diferente se trata. Es su esencia, su ADN. Ahora, a través de una solicitada, ataca al Poder Judicial y al fallecido fiscal Alberto Nisman. Coloca el Gobierno, al fiscal, en la posición de “abanderado de la desestabilización política” y lo critica por su “falta de lógica y sustento jurídico”, en la denuncia que presentó.
Para el Ejecutivo, toda persona o entidad que no aplauda sus acciones, que no siga cada sílaba de su “relato”, o que se atreva a críticar su gestión, es etiquetado como desestabilizador, golpista, traidor, gorila, vendepatria, empleado de la embajada de EEUU, siervo de los “medios concentrados”, entre otros piropos. El Gobierno, cuando siente que es atacado, se abroquela y contraataca. Envía a su vanguardia (por lo general, oscuros personajes sin el más mínimo escrúpulo, que hasta sus propios jefes suelen negar o ningunear) a decir cualquier disparate por la prensa. Después, un funcionario de segunda o tercera línea intenta explicar lo inexplicable. Luego de este juego macabro de dimes y diretes, llega la palabra oficial, los retos, los gritos, los deditos levantados desde los atriles, las solicitadas. Ahora, un comunicado oficial denuesta a Nisman, quien ya no está para defenderse. Pero el valiente Gobierno sigue atacando a un muerto, creyendo que su poder no sólo es absoluto... También eterno y supraterrenal. (DyN)