Las lluvias, que desde hace un mes arrecian con intermitencia en el sur tucumano, se transformaron en una verdadera pesadilla para miles de pobladores de la zona. Ayer sumaban cerca de 400 las familias que permanecían totalmente aisladas en comunidades ubicadas al sudeste, en los departamentos Simoca y Graneros. La mayoría está sin poder aprovisionarse de alimentos y de otras necesidades.
Entre las más castigadas por el desborde de los ríos Chico, Marapa y de algunos canales pluviales, son Sol de Mayo, Los Jerez, La Costa y Árboles Grandes, todas de la comuna de La Madrid. También aparecen Niogasta, Sud de Lazarte, Esquina, Palomino, Melcho, Los Pérez y Los Agudo, en Simoca.
Las escuelas de esa zona (en total cinco) no dictaron clases, ante la imposibilidad de los docentes de acceder a esos establecimientos. “Hay una situación de tensión ante el temor de que el río Marapa continúe creciendo por las lluvias. Desde hace una semana hasta ahora el cauce creció 1,5 metro. De ahí que haya tantos parajes aislados, con gente a la que se la está tratando de asistir”, dijo el comisionado comunal Dardo Herrera, de La Madrid. El mismo funcionario, con personal de su dependencia, se aproximó ayer en una lancha a Sol de Mayo con alimentos y medicamentos. “Es un mar por el que sólo se puede avanzar en vehículos acuáticos. La cantidad de agua que viene cayendo no tiene antecedentes en décadas”, apuntó Herrera.
En el pueblo de La Madrid, aunque la crecida del Marapa al mediodía no representaba un riesgo para los vecinos, se había instalado una notable preocupación al conocerse de la apertura de compuertas del dique Escaba. La medida se concretó al alcanzar el espejo su cota máxima. El agua liberada avanza por el Marapa y se preveía un nuevo repunte en el caudal del cauce, el que se temía que podría llegar a inundar la comunidad. Por ello, la comuna mantenía una vigilancia permanente del río. “Tenemos miedo porque sabemos lo que es tener el agua hasta el cuello y perderlo todo”, confesó Miriam Ríos, una vecina. De esta manera, la mujer hizo alusión a la devastadora inundación que sufrió el pueblo en 1992. El desmadre del río Chico y el anegamiento de caminos es lo que impide desde ayer el acceso a Niogasta, Sud de Lazarte y Esquina, al este de Monteagudo.
El camino hecho río
“Esta mañana salí a hacer diligencias en La Madrid y cuando regresé me encontré con este camino convertido en un río. Ahora no puedo regresar a casa en mi moto”, se lamentó María Salvatierra. “No me queda más remedio que quedarme a esperar que pase la creciente”, agregó. La mujer permanecía, junto a un niño, sentada a orillas del acceso de la ruta 332 que conduce a Niogasta y los otros parajes. En la misma situación estaban otros 10 lugareños. Ahí dos escuelas no pudieron dictar clases. “Lo que pasa es que el agua caída es muy superior a otros años. Por eso el río creció tanto, destruyendo una defensa cerca del cruce por la ruta 157”, comentó el comisionado comunal Ariel Elías, de Nueva Trinidad.
Salvatierra, sin embargo, atribuyó el problema a la falta de obras en el Chico, que no tiene defensas o barrancas porque nunca fue dragado.
Lo curioso es que, a pesar del momento que viven, algunos pobladores se dedicaron a practicar la pesca en el amplio espejo de agua que rodea sus viviendas. José Díaz exhibió orgulloso los bagres que había logrado pescar en el lugar. “Este problema es de casi todos los años. Ahora estamos rodeados por este mar desde hace una semana” apuntó.