Se acercó a Jesús un leproso...” En la 1ª Lectura hemos escuchado que “mientras le dure la lepra, seguirá impuro: vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento”. Por temor al contagio y a incumplir la Ley, las gentes, incluso los familiares, eludían su trato y se apartaban de él con miedo y repugnancia. Jesús, sin embargo, permitió que se acercara y, extendiendo la mano, le tocó para curarlo. Los Padres de la Iglesia vieron en la lepra la imagen del pecado, tanto por su repugnancia como por la separación que ocasionaba entre quienes estaban cerca. El pecado va introduciendo en el corazón humano un principio de descomposición: el virus de la soberbia, la comodidad egoísta, la sensualidad... que poco a poco va agravando –como la lepra la piel humana- todo el comportamiento de la persona, tornándola molesta primero y repulsiva después, para familiares, amigos y conocidos. Las flaquezas, errores y fragilidades deben llevarnos a acercarnos a Cristo en el Sacramento de la Confesión. Jesús aseguró que Él ha venido por los pecadores: “Es médico y cura nuestro egoísmo, si dejamos que su gracia penetre hasta el fondo del alma. Jesús nos ha advertido que la peor enfermedad es la hipocresía, el orgullo que lleva a disimular los propios pecados. Con el Médico es imprescindible una sinceridad absoluta, explicar enteramente la verdad y decir: Domine, si VIS , potes me mundare (Mt 8, 2), Señor, si quieres – y Tú quieres siempre-, puedes curarme” (San Josemaría Escrivá). Todo esto constituye la lepra espiritual, interior, pero ella es causa y también origen de otra, la lepra de los pecados sociales.

El mundo global presenta en diversas partes del mundo diversos focos infecciosos: guerras injustas, intolerancia religiosa, crisis institucionales, trafico de armas, niños en guerras, etc. También a nuestra Nación le toca vivir ciertas lepras sociales que marca su estado de enfermedad: desnutrición de niños, trata de personas, tráficos extendidos de drogas, una división política que cada día agrava mas la realidad institucional. Estas y otras constituyen un serio problema social que afecta a millones de argentinos, y es de tal envergadura que el país se encuentra en un grave estado de salud moral. Por él evangelio y desde é, los cristianos no podemos huir del estado social en el que vivimos, debemos hacernos cargos responsablemente de sacar la Patria adelante. Qué hacer frente a un diagnostico claro y evidente de descomposición?.

Hemos de comenzar sanando nuestros corazones en profundidad, pidiéndole a Dios una sana y decidida conversión de corazón; de nada vale criticar si uno no cambia a si mismo. Pero al mismo tiempo hemos de ser generadores de salud social, de salud constitucional, de solidaridad, de justicia, de paz. Argentina sufre muchas cosas y desde mucho tiempo, no podemos seguir deshilachando nuestra Patria, hemos de ser decididos en mejorar su salud.

Frente a todo no perdamos la confianza en el Señor. Cuando Dios perdona todo es distinto y mejor, como se ve en la acogida del Hijo pródigo o en ese mantener a Pedro al frente de su Iglesia a pesar de haberle negado delante de unos criados de casa grande.

Dios perdona y permite que podamos sentirnos limpios, caminar con la cabeza bien alta y con el corazón rebosante de alegría y agradecimiento.