Diente de león, yerba del sapo, chachacoma, arcayuyo, muña muña y cola de caballo. Estos son algunos de los nombres de las hierbas que crecen desde el pie del cerro hasta alta montaña. Mezclando la mística con la realidad, a muchas de ellas les son atribuidas propiedades medicinales. Otras, en cambio, son muy buscadas por sus propiedades aromáticas. Lo cierto es que se trata de una tradición que los tafinistos transmiten de generación en generación desde tiempos inmemoriales: “la gente grande es la que conserva aún estos conocimientos. Pero ahora nos hemos puesto en campaña para reflotar saberes que, creemos, forman parte de nuestra identidad cultural”, asegura Santos Pastrana, cacique de la Comunidad Diaguita de Tafí del Valle.
Entre los que conservan este conocimiento de las “plantas medicinales de los cerros” está Rogelio Ayala, que tiene 63 años. El hombre creció en la zona de alta montaña, en el Valle de la Ciénaga ubicado a 2.500 metros: “mi madre nos enseñaba a encontrar los yuyos y nos curaba haciendo té con ellos porque, en esas alturas, la naturaleza crea su propia farmacia”.
Otra conocedora de estas hierbas es doña Ramona Yapura: “vivo en Tafí del Valle y todas las mañanas me levanto muy temprano para subir a los cerros a buscar las plantitas que me piden los veraneantes”. Mientras cuenta eso, Yapura muestra ataditos de azafrán, muña muña y arcayuyo.
Mito o realidad, para el cacique Santos Pastrana estas plantas tienen un valor desde el punto de vista de la tradición: “nosotros no queremos competir con la medicina, pero pensamos que es valioso la investigación y exposición de la sabiduría popular”.