Se despertó sobresaltada por los gritos de los vecinos. “¡Se viene la creciente, salgan todos!” Eran las cinco de la mañana de ayer y no había parado de llover torrencialmente en toda la noche. Ni Jésica Albornoz ni sus vecinos de la localidad de Los Sarmiento imaginaban que el río Chico y el arroyo Barrientos - al sur de Aguilares- venían desmadrados, en carrera loca, de agua y lodo, arrasando con los pueblos que encontraban a su paso. Tan sólo una hora y media antes, el río Chico había inundado Villa Hileret, Santa Bárbara, Santa Rosa, Colonia 1 y parte de Santa Ana, mientras que el arroyo Barrientos se ensañaba con los barrios San Martín, Belgrano, Colón y hasta con la hostería Sofía de Santa Bárbara, donde se habían empezado a albergar a los primeros evacuados. Al final tuvo que ser desalojada.

A pesar de que muchas casas habían sido construidas sobre pilotes de 1,50 metro de alto, como medida preventiva después de la gran inundación de 2008, el agua trepó 70 centímetros más todavía. A la madrugada los vecinos salieron corriendo hasta la zona más alta, que es la ruta 38. Los que se demoraron tuvieron que salir a nado de sus casas, otros se subieron a los techos, pero desde allí fueron rescatados por las embarcaciones de los bomberos voluntarios de Aguilares, Concepción y Bella Vista, que participaron en el rescate de más de 300 personas cercadas por las aguas.

A bordo de una lancha, en short y remera, y descalzo, el director de Emergencias de la Provincia, Francisco Barreiro, se ocupó de rescatar a los últimos rezagados, que se negaban a abandonar sus casas. Entre ellos estaba José Alejo Molina, de 72 años, que esperaba aferrado a un árbol, con el agua hasta el pecho y María Tapia, que subió a la lancha tiritando y con la respiración entrecortada por la angustia.

“La situación es terrible, tuvimos que evacuar al 80% de la población del barrio Santa Rosa, uno de los más afectados. Los enfermos fueron trasladados al hospital y hubo una señora en trabajo de parto que la derivamos a la Maternidad de Concepción”, contó la jefa del área programática Sur del Siprosa, Ana María Cardiñanos.

A ambos lados de la ruta 38 sólo había agua y desolación. Casas inundadas hasta las ventanas, vecinos esperando en los techos a que el agua baje, cultivos anegados. Cerca de las 8 la municipalidad de Aguilares decidió romper la ruta 38 a la altura del puente, frente al barrio Santa Rosa, para que el río pase al otro lado y baje la corriente. Eso provocó como contrapartida que las poblaciones hacia un lado y otro del río queden cortadas. Teresa Lazarte, que había pasado la noche en la casa de su hermana, en Aguilares, se enteró por la televisión de lo que estaba ocurriendo en su casa de Río Chico. Por la mañana, lloraba frente al corte de ruta, sin poder pasar, hasta que por fin alguien se las ingenió para hacer un puente con unas chapas, y ella por fin pudo pasar a ver a su familia.

Fue gracias al profesor de baile Micky Rodríguez y a su sobrino Lautaro Gramajo, ambos de Alberdi, que muchos vecinos lograron pasar al otro lado de la ruta. Hombres y mujeres pasaron haciendo equilibrio por la débil chapa, que hacía de puente, aferrados a la cintura de Rodríguez, que iba y venía con los desesperados pasajeros.

“Mucha gente se acercó a dejarnos agua y ropa, ¡pero ni un político vino a ofrecernos ayuda!”, se quejó Alcira Valdez, de 73 años, que sentada en la ruta, junto a otros vecinos, vigilaba desde allí su casa inundada. Sus nietos estaban albergados en la escuela Frías Silva de Aguilares, junto a 450 personas, que fueron llegando desde las 2 de la mañana, desde distintas localidades, a medida que el agua iba llegando.

En esa misma escuela descansaba sobre un colchón en el piso, Guillermo Albornoz, un anciano que padece un ACV y que fue rescatado por sus vecinos en su propia silla de ruedas. Jésica Albornoz, su hija, cuenta que vivió momentos de angustia. “Sólo tenía unos segundos para sacar lo más importante, antes de que el agua inundara el interior de la casa. No sabía qué llevar, si el dinero, la ropa, los documentos... En medio del griterío de la gente, y mientras lo llevaban a mi papá, yo dije ¡ya sé qué voy a salvar!” Jésica tomó los pañales y los remedios de su papá y salió corriendo.

En Alberdi, la tormenta impactó especialmente sobre la zona norte del municipio

“Es la tercera en 15 días”, suspiró un vecino de ciudad Alberdi que ayer vio cómo sus sembradíos eran azotados por el agua de lluvia que arrastraban desde el pedemonte los caminos vecinales. “La lluvia empezó a las 4 de la mañaña y paró a las 5. Y el agua, que bajaba de la zona del cerro, empezó a entrar a las 6, y a las 11 ya se había ido”, le dijo a LA GACETA Héctor, un vecino de Alberdi. En ese municipio, la zona norte fue la más afectada. Vecinos de los barrios Escaba, Belgrano, El tabique, 9 de julio, 12 de octubre, tuvieron que autoevacuarse. Y el agua se fue, pero dejó sus dramáticas huellas en Yánima, en Marapa, en La Calera, que quedaron intransitables y destrozadas, ante la ausencia de canales colectores. 

Pasaron toda la noche ayudando a sus vecinos a huir de la inundación

Ya tenían experiencia en inundaciones, “pero nunca tan terribles como esta”, coinciden Andrés Paul y Hernán Valdez (foto). Los dos pasaron toda la mañana ayudando a sus vecinos. Hernán dijo que el momento más dramático que vivió fue cuando su hermana, que está embarazada de cinco meses, se desmayó en sus brazos, mientras él la sacaba a nado.








El desborde del río Chico y del arroyo Barrientos, al sur de la provincia, por la tormenta de ayer a la madrugada dejó alrededor de 600 personas evacuadas. Más de 200 familias perdieron todas sus pertenencias. LA GACETA /Fotos de Osvaldo Ripoll