Confieso que no sé de moda. Para vestir hay una sola consigna: la remera o la camisa limpia que está arriba del montoncito del placard, con el pantalón que se encuentre en las mismas condiciones (limpio y planchado). Y lo de planchado tampoco es una consigna imprescindible. Sé que una camisa a cuadros con una campera a rayas no combina por los retos de mis amigos cada vez que llego vestido así a alguna reunión. ¿Si la media combina con el zapato? Qué se yo, me basta con que no tenga agujeritos. En la peluquería, a la pregunta del “¿cómo te corto?” respondo “bien cortito, así no tenga que usar peine”.
Buceando en internet, descubro que en cuanto a moda, soy un bicho en extinción. Resulta que a los ya conocidos “metrosexuales” (hombres preocupados al exceso por su imagen, no sólo en la vestimenta sino también en la piel, uñas, cortes de cabello) les aparecieron competidores. Ahora existe el “lumbersexual”, que tiene un aspecto deliberadamente descuidado, que se deja crecer la barba, y que usa las camisas a cuadros que en los 90 le decían leñadoras. Precisamente lumber es ‘madera’ en inglés.
Pero no se agota ahí. También está el “spornosexual”. ¿El qué? El “spornosexual”, según lo definió el periodista británico Mark Simpson, se identifica por el culto que hace a su cuerpo (se mata en el gimnasio, digamos) y en mostrar sus músculos y sus tatuajes en las redes sociales. Se toma selfies con poca ropa y las difunde en Instagram y Twitter. La cosa sigue: “retrosexual” (usa estilos y apariencia de décadas anteriores), “ubersexual” (se preocupa más por su intelecto que por su físico, según las páginas de internet; para mí sería un nerd), “tecnosexual” (sólo se interesa por tener el último teléfono celular, la play y cuanto avance tecnológico surja), el “googlesexual” (que vendría a ser una subespecie del anterior y que sabe todo, pero todo, de internet), el “metroemocional” (se concentra en lo afectivo), el “vitasexual” (sólo preocupado por satisfacer sexualmente a su pareja), el “veganosexual” (esa gente que no come asados).
Y así andamos, clasificados por la moda, hasta los que no entendemos de moda. Parece que hay más clases pero dejé de indagar. No vaya a ser que uno se identifique con vaya a saber qué denominación.