También se ve una gran cantidad de jóvenes dispuestos a dar un día más de sus vidas con tal de seguir metidos en la gran caravana. Para todos, aceleren o no, puede que haya factores que echan abajo una y otra vez la moral, la voluntad de seguir.
Que se duerme poco y nada, que las incomodidades crecen, que ya duelen hasta las pestañas después de tanto traqueteo. Pero esta gigantesca, magnífica, a veces indescifrable e incomprensible, en ocasiones arrolladora, en otras, arrebatadora pasión por hacer, estar, formar parte del Dakar, resulta una experiencia por demás única. Adictiva.
Lo goza el novato, lo confirma el experimentado. Volvió este año, quizás vuelva el próximo. Pase lo que pase, igual seguirá permaneciendo en uno. Como ese algo sin antes ni después ni cuándo. El Dakar es eso, una elección de vida que cuando se la toma, difícilmente pueda ser olvidada.