Sólo dos de los competidores se quedaron sobre la pista para dar vueltas, conocer el circuito y corregir los detalles propios de autos en plena preparación. Domingo Amaya y José Francisco López calientan motores, asientan sus neumáticos y ensayan las velocidades a las que deben tomar cada curva. Saben que largaron tarde las pruebas clasificatorias y que saldrán desde atrás en la carrera final. En lugar de sentarse en boxes, el intendente y el secretario de Obras Públicas de la Nación decidieron desafiar el calor de enero para achicar el margen de ventaja de quienes hoy ostentan la pole position. El alperovichista Juan Manzur y el radical José Cano marcaron los mejores tiempos en las tandas electorales de 2013 y no quieren tocar demasiado sus autos. Confiados, se olvidan que el circuito en el que rodaron hace más de un año es diferente de aquel en el que librarán la acelerada definitiva. El de agosto próximo es un trazado con menos rectas y muchas más curvas y recodos. A ninguno les resultará sencillo lucirse en esas condiciones.

Como en Los Autos Locos, aquella serie animada de finales de los ‘60, cada semana supone una aventura distinta a la anterior en esta alocada carrera hacia la sucesión de José Alperovich. El mandatario conduce aún el Safety Car (auto de seguridad) de la competencia. Maneja todavía la potestad de neutralizar la carrera cuando lo cree conveniente y así volver a agrupar a los competidosres. Basta que alguien crea haber sacado cierta ventaja al resto para que, desde su Pace Car, el gobernador se ubique delante de todos. Hasta Manzur, el piloto número 1 de su escudería, sufre sus intromisiones: en más de una ocasión debió frenar de golpe y retroceder varios lugares. Incluso ahora, que está cerca de entrar a la recta final, sigue con la bandera amarilla frente a sus narices a la espera de conseguir el verde de la postulación oficial. Es que las actitudes de José Alperovich presentan ciertas similitudes a las que adoptaba Pierre Nodoyuna. En la serie animada, aquel personaje siempre punteaba la carrera, pero frenaba para ponerles trampas a sus rivales. Lo jocoso es que ese engaño al final terminaba complicándolo a él. Cualquier parecido a la relación que mantiene con Amaya es pura coincidencia. De la mano de su perro Patán (¿Osvaldo Jaldo?), Alperovich intenta hacerle la vida imposible al andar de El Súper Convertible, ese auto con forma de barco y ruedas que podía transformarse en cualquier cosa manejado por el profesor Locovich. Amaya, capaz de ser alperovichista, kirchnerista, macrista o massista según el tramo de la competencia, sufre siempre los obstáculos que le coloca Pierre. La eliminación del Pacto Social, ahora, es uno de esos impedimentos. Alperovich y Jaldo están decididos a echarle agua al tanque del auto del intendente, en lugar de nafta. Por eso lo azuzan en este enero con reclamarle los más de $ 418 millones de deuda. La pelea que está por comenzar se centra en cómo devolverá la Municipalidad esos recursos. Según los colaboradores del intendente, con la recaudación tributaria y los ingresos coparticipables están en condiciones de devolver ese monto y de asegurar los $ 90 millones mensuales para hacer funcionar el municipio siempre y cuando les concedan un plan de pagos de 24 cuotas, al menos. Pero según la Casa de Gobierno, la capital no tiene recursos propios para ofrecer porque cedió a la Provincia todo lo que ingresa a su Dirección de Rentas. Amaya, en cambio, sostiene que esa cesión caducó junto a la caída del Pacto Social. De cómo supere ese tironeo dependerá el papel que juegue el intendente en la transición.

Detrás de ellos, el concepcionense López se viste de Pedro Bello, aquel que piloteaba El Superheterodino, un coche imponente con dos grandes ruedas pero sumamente frágil. Consciente de esa debilidad, ayuda en todo lo posible a intendentes y legisladores y, especialmente, a Beatriz Rojkés. Siente que ella puede ser la Penélope Glamour de su serie y que la reaparición de la senadora en la fórmula le podría garantizar a él la victoria. El problema es que, mientras los oficialistas pierden el tiempo diseñando ardides, enfrente el radical Cano también busca llegar a la meta. Desde hace tiempo, para Alperovich ver el auto del opositor es ver a El Espantomovil, en cuyo campanario hay dragones, vampiros, monstruos y brujas.