Si por ella fuera, Mirta Sanna se calzaría un sombrero ajustado a la cabeza, un elegante vestido estilo charlestone y recién así, con todo el traje de época, se subiría a ese brillante Ford A de 1929 que desata suspiros por donde pase. Es que, desde el momento en que pone un pie en el estribo del auto, la esposa de Cristian Delaporte no puede dejar de sonreir, de saludar, de iluminar el camino con el buen humor que le produce subirse a esta máquina del tiempo que si hay algo que no hace -ni quiere hacer- es pasar inadvertida.

Pero la copiloto (“navegante”, se apura en clarar quien conducirá esta reliquia de 85 años), sabe que no le quedará más remedio que olvidarse el vestido y optar por un cómodo jeans. Tiene por delante 12.000 kilómetros a lo largo y a lo ancho de esta interminable Argentina, una travesía en la que transitarán besando la Cordillera de los Andes por caminos de ripio, montañas, atravesarán ríos y ciudades. “Eso sí, el maquillaje es innegociable”, se pone firme Mirta. Cristian le acaba de recordar, una vez más, que este viaje lo harán livianos de equipaje.

Hoy, a las 4 de la mañana, mientras al sol todavía le queden un par de horas de sueño, Mirta y Cristian emprenderán el que quizás sea el viaje de sus vidas. Una aventura inolvidable recorriendo de punta a punta la ruta 40, la más larga del país, sin dirección hidráulica ni aire acondicionado. Llegarán hasta los 4.601 metros sobre el nivel del mar (en el Abra del Acay, Salta) y pasarán del calor abrumador de La Quiaca (Jujuy) al viento helado que cala los huesos en Cabo Vírgenes (Santa Cruz). Después de llegar al extremo sur de la ruta 40 (tras 5.140 kilómetros recorridos), intentarán llegar hasta Ushuaia y desede ahí emprenderán el regreso bordeando la costa atlántica.

La distancia que recorrerán es mayor que la que separa a Buenos Aires y París (11.063 km por aire) y similar a la que hay entre Berlín y Tokio (12.454 km). “La circunferencia de la Tierra a la altura del Ecuador es de 40.074 km, o sea que daremos casi un tercio de la vuelta al mundo”, compara Cristian. Será el primer Ford A, un auto de culto, en atravesar la emblemática y aventuera ruta 40.

Domingos de paseo
La locura por los autos antiguos es una herencia del papá de Cristian, un inmigrante francés que en 1985 compró este vehículo antiguo para llevar a su hija hasta la puerta de la iglesia donde se casó. Tres años después, los dos viajeros también lo utilizaron para su boda y para pasear los domingos. “A veces nos levantamos y decimos ¿qué hacemos? Entonces agarramos el auto y nos vamos a tomar un café. Un domingo, por ejemplo, no había qué hacer y nos fuimos hasta el dique de Escaba”, cuenta Cristian. La navegante no puede parar de sonreír: las aventuras en el viejo Ford son sus momentos de mayor felicidad. “Es que uno se sube e inmediatamente tiene buen humor. La gente te saluda, te sonríe, te pregunta cosas... hay que tener actitud. Y a mí me encanta, te aclaro”, reconoce Mirta, licenciada en Turismo, amante del trekking, los viajes y las relaciones públicas.

Actitud y también paciencia es lo que hay que tener para subirse a su máquina del tiempo, agrega Cristian. Pero porque no cuente con todas las comodidades modernas ni porque eventualmente haya que engrasarse las manos para reparar una pieza. Paciencia para responder las preguntas de los “tuercas”, los fanáticos de los automóviles. “No me molesta siempre y cuando no esté trabajando en el auto, concentrado reparándolo. Porque lo arreglo yo. Es de una mecánica muy simple, pero los talleristas se mandan cada macana...”. En su flota cuenta con otro Ford A, color azul y con ambos llevan adelante un emprendimiento de viajes contratados por turistas, traslado de bodas y hasta rodajes cinematográficos. Mirta y Cristian, que si el evento lo amerita se viste con un traje marrón de época, parecen estar preparados para todo.

Los números de la aventura

15
provincias atravesarán durante su viaje de ida y vuelta

18 
ríos importantes cruzarán a lo largo del recorrido

27
pasos cordilleranos cruzarán en la mítica ruta 40

30
días estiman estar viajando, con un promedio de 350 km diarios

CADA DETALLE ES UN LUJO

Insignia y sorpresa
La que parece ser la insignia del Ford A es, además, la tapa del radiador y un  termómetro de alcohol que mide la temperatura del agua. Una burbuja de color rojo sube cuando el auto se calienta.

Distinto
El Ford A tiene el volante a la derecha, el acelerador en el medio y el freno a la derecha. Todo un desafío. Además, tiene una palanca de avance de platino y otra para controlar la velocidad de crucero.

Original
Delaporte, desde que adquirió el auto, trató de conservarlo lo más original posible. En ocasiones, hace traer piezas de EEUU o China.