Que en la final del Mundial, Brasil haya preferido alentar a la Alemania que la humilló con el 7-1 en su propio terreno antes que a la Argentina, con la que convive y comparte identidad latinoamericana, habla a las claras de hasta qué punto llega la rivalidad deportiva. Rivalidad que, por supuesto, no se limita al fútbol. Por caso, en el campo de las artes marciales mixtas (MMA), la enemiga pública número uno del país vecino es tucumana y se llama Silvana Gómez Juárez. Durante la temporada 2014 de la XFC (Xtreme Fighting Championships, franquicia norteamericana) la luchadora derrotó primero a la hasta entonces invicta brasileña Bianca “Bibi” Daimoni; luego ganó el título de la categoría mosca con una paliza sobre la venezolana Mayerlin Rivas y poco después lo defendió con éxito frente a la paulista Vanessa Melo, en la mismísima Sao Paulo.

“Las primeras fueron en un estudio de televisión para 700 personas. Pero contra Vanessa ya fue en un club. Había como 3.000 espectadores, todos brasileños. Me llovían los insultos y los abucheos. Al principio me costaba manejar esa presión, pero a medida que pasan las peleas me voy sintiendo más tranquila y segura. Además, contra ‘Bibi’ volví hecha un monstruo, y esta vez ni un moretón”, compara “La Malvada”, que por primera vez en su carrera tuvo cuatro combates en un año (tres de MMA y uno de boxeo).

“Antes peleaba una vez al año. Ahora voy logrando continuidad y este año el objetivo es tener otras tres o cuatro peleas, si no hay lesiones ni nada”, revela.

Primera defensa

Aunque por primera vez en la XFC no pudo lograr el nocaut ni la sumisión (inmovilizar a la rival hasta que ésta se rinde), el triunfo de Silvana sobre “Miss Simpatía” Melo fue inobjetable y ratificado en fallo unánime.

“Vanesa era buena en jiu-jitsu (arte marcial japonés) en sumisión, así que la idea era boxearla. Tratar de mantenerme de pie, y si la llevaba al piso, pararme y seguir boxeándola”, explica. Las imágenes permiten comprobar que respetó la estrategia al pie de la letra: Silvana aprovechó cada ocasión en que Vanessa la atacó con una patada alta (quedando apoyada en una sola pierna) para mandarla a la lona con un puñetazo demoledor. Ya con su rival en el suelo, la inmovilizó con las piernas y le llenó la cara de guantes.

“Son tres rounds y cada uno dura cinco minutos. Cuando llegás al tercero ya te pesan las piernas y los brazos. Tenés que estar muy bien entrenada para sostenerte. Yo quiero seguir escalando en el ranking para pelear por el cinturón. Cuando lo haga, voy a pelear a cinco rounds”, advierte. Para entonces, debería ser capaz de escalar el Aconcagua corriendo. “Sí, ja ja. A full Tafí del Valle. O también prepararme con una máscara que provoca falta de oxígeno, para mejorar el cardio. En peleas tan largas como las de un cinturón, tener una buena oxigenación es fundamental”, enseña Silvana, convencida de que ese día va a llegar.

Decisiones

Ganar el cuadrangular de la XFC frente a Mayerlin Rivas le valió firmar un contrato por seis peleas, la primera de las cuales fue la defensa contra Melo. Mientras espera a su próxima retadora, Gómez Juárez continúa con el boxeo, para mantenerse en forma y en ritmo. “Mi entrenador siempre me dice que yo tengo que ser campeona del mundo, pero al boxeo siempre lo practiqué para complementar lo que hago. Esa es la realidad. Por supuesto, si se presentara la oportunidad de pelear por un cinturón, no dudaría. Sólo con entrenarte no te alcanza; necesitas la adrenalina de la competencia”, asegura.

Con el rugby, la coexistencia de disciplinas entra en conflicto. “A Miguel Seró, entrenador de Las Pumas, no le gusta que yo pelee, y me dio a entender que si se enteraba que yo combatía otra vez, no me convocaba más. Por eso no le conté a nadie que me iba a Brasil. Pero no puedo parar ahora. Esperé muchos años por este momento, y me estoy jugando a todo o nada”, levanta la voz “Kikí”, su alias en el mundo ovalado.

Reconoce que no fue fácil tomar la decisión, consciente de que podía estar hipotecando su futuro en el seleccionado nacional, pero que no podía renunciar a aquello por lo que había trabajado tanto. Sin embargo, guarda esperanzas de volver a ponerse la camiseta de Las Pumas. “No quiero bajar los brazos y dejar el rugby, porque le pongo dedicación y esfuerzo, como a todo lo que hago. Si yo cumplo con el rugby, me parece que no debería haber problema con que también pelee. Yo quiero seguir en Las Pumas. Si me quedo afuera del seleccionado, que sea porque no estoy al nivel requerido y no porque peleo. Tengo la esperanza de que eso cambie”. El entrenador tienen la palabra.