El evangelio de San Juan que leemos hoy muestra la naturaleza de la Persona de Jesús. Es el Hijo de Dios que nació en la entrañas puras de Santa María Madre de Dios. La Iglesia celebró el domingo pasado a la Sagrada Familia de Nazaret, y a lo largo de todos los evangelios se muestran están dos realidades: por un lado que Jesús es el Hijo de Dios y por otro que es en la familia donde se da su nacimiento, su vida y su misión de redentor. En medio de todo ello, cruza transversalmente la condición de hijo y por lo tanto de hermanos. Todos somos hijos de Dios en Jesús que es el Hijo de Dios Padre y por la misma realidad somos entre nosotros hermanos. Sí, antes que habitantes, antes que ciudadanos, somos hermanos que habitamos en esta ciudad en la cual debemos vivir como ciudadanos.

El Papa Francisco en su mensaje al inicio del año planteo un principio contundente: “hermanos antes que esclavos”, es el lema de la paz para este 2015. Fuerte y preciso el lema es una seria observación de las nuevas esclavitudes que viven el hombre contemporáneo: la droga, la trata de personas, el trabajo infantil, la banalización de la palabra, la corrupción como forma de gobernar, la intolerancia y discriminación, la justicia controlada, la familia disuelta y por sobre todo la cultura que niega a Dios y al derecho que los hombres crean y tengan a Dios en su vida social y pública. Esclavitudes que se han convertidos en criterios globales a través de los medios tecnológicos.

El evangelio de este domingo nos llama a considerar nuestra condición de ser hijos de Dios y hermanos entre nosotros. La fraternidad es cimiento para poder edificar una sociedad más humana y cristiana, es el fundamento de una vida que mire más allá de los intereses personales. El viejo dicho Nietchiano de que el “el hombre es lobo de otro hombre” no puede ser el parámetro social. Cuando los argentinos nos podamos mirar más como hermanos que como competidores podremos hacer un camino de amistad social que haga de este país una nueva Nación.

Los cristianos somos responsables de la historia que Dios nos ha dado, estamos a un año de iniciar el 2016, año del Bicentenario y ello nos tiene que movilizar a un verdadero resurgimiento de fe, amistad social, compromiso cívico con el país y la provincia en la que vivimos. Será una nueva oportunidad para brindar lo mejor de nosotros, no podemos esperar que otros hagan algo, cada uno, tú y yo, debemos ser responsables de la hermandad que Dios nos ha dado para el bien de la historia argentina.

Que al pensar en que somos hijos por lo tanto hermanos, podamos ir generando nuevos lazos de sangre espiritual que nos viene de ser todos hijos de un mismo Padre Dios.